Rabino Blickstein: Palabras nuevas para conceptos eternos, por Rebeca Perli

Por Rebeca Perli

*Precedida por Alberto Botbol, quien habló del libro Le Message de la Torah, Rebeca Perli ahonda en el significado del libro que sobre las enseñanzas de los Padres (Pirkei Avot) hace el rabino Blickstein, aportando datos sobre el contenido de esta obra de corte espiritual.

El libro Pirkei Avot – enseñanzas de vida para el judío contemporáneo encierra en su título la explicación de su contenido, puesto que de eso, precisamente, se trata: es un manual de vida, un manual en el que nuestros jajamim vertieron una sabiduría imperecedera, una sabiduría que es tan actual hoy como cuando se concibió, hace ya centurias. Cada frase, cada palabra de las Mishnot explicadas en este libro, encierra motivos de profunda reflexión.

El rabino Blickstein ha reunido esos conceptos y los ha convertido en píldoras de sabiduría, algunas de las cuales, me permito transmitir, como aurd’euvre, a lo que es el texto completo.

Preguntaron a un rabí: ¿por qué usted sonríe cuando habla por teléfono? ¿Acaso su interlocutor ve su sonrisa? Y él respondió: «aunque no ve mi sonrisa, la escucha; la sonrisa se siente en el tono de voz».

El rabino que dijo esto, tiene que ser de nuestra época puesto que tiene un teléfono que es, seguramente, un Blackberry. Pero, sus palabras están inspiradas en las enseñanzas de Maimónides, quien, en uno de sus comentarios sobre Avot, expresó: «Recibe a todas las personas con cara sonriente, no solamente a las personas importantes y honorables». Y a esto, se le puede agregar lo que dijo rabí Ovadía de Bartenura, que es lo siguiente:

«Cuando recibas huéspedes en tu casa, no les muestres un rostro triste ni severo». Estas son normas de buena educación, que bien se podrían incluir en el Manual de Carreño.

Al referirse a la administración de justicia, Rambam, previene sobre los peligros de emitir juicios a la ligera, o dar como válida solo la opinión propia. Así se desprende del siguiente comentario en Avot 3:6 (pag. 290): «¡No seas juez único, reúne otros sabios para formar un tribunal!, Un tribunal debe estar formado por tres jueces como mínimo». Rabí Ovadía de Bartenura explica que esto no quiere decir que un solo juez esté prohibido, sino que es más moral y ético un número que garantice la objetividad. En este mismo tenor, se lee lo siguiente: «No habrá contacto alguno, antes del juicio, entre el juez y los litigantes. Sólo así podrá el juez juzgar imparcialmente».

O sea, nada de arreglos previos.

También tiene cabida en el libro la «regla de oro» adoptada por casi todas las religiones, pero, que está basada en las palabras de Hilel el Viejo cuando dijo que toda la filosofía de la religión judía se basa en el siguiente enunciado:

«No hagas a tu prójimo lo que no quieras que hagan contigo». Lo demás es comentario. Pues bien, he aquí uno de los comentarios, hecho por rabí Iomb Girondi: «Cuando una persona, un amigo que ocupa un cargo importante, no se comporta honestamente, no digas si yo estuviera en su lugar no hubiese hecho las maldades que él hace, porque no sabes qué harías en verdad si estuvieras en su lugar… Cuando verdaderamente llegues a su misma posición y te comportes como es debido, entonces, solo entonces, podrás juzgarlo».

Otro consejo que hay que tener en cuenta es el que nos da rabí Shimón Ben Elazar cuando dice: «No intentes tranquilizar a tu prójimo cuando esté enojado (…) porque al hacerlo (327) en vez de tranquilizarlo lo afligirás: Le parecerá que lo deshonras, como si no te importase la ofensa que recibió, y como si estuvieras justificando a la persona que lo ofendió».

Todo un tratado de psicoanálisis.

Ahora un pequeño quiz: ¿En qué se parece nuestra actualidad al siguiente consejo de Rabán Gamliel, quien vivió antes de la destrucción del Segundo Templo: «Sed moderados en vuestras relaciones con el gobierno (…) el pueblo hebreo tiene una amarga experiencia en sus relaciones con los gobiernos. Más de una vez sucedió durante nuestra historia milenaria, que jefes de Estado nos demostraron interés, nos otorgaron derechos especiales porque nos necesitaban; pero, cuando necesitamos la ayuda de los gobernantes, no la encontramos».

No más comentarios.

Un tema profundo que se trata en el libro es el de la libertad. Se lee una de las mishnot:

«Todo está previsto y sin embargo la libertad nos fue dada…».

Este tema amerita un profundo análisis y es motivo de gran reflexión. Maimónides lo incluye en sus Hiljot Teshuvá (Leyes del arrepentimiento) en donde se lee: «Todo hombre goza de libre albedrío. Si quiere inclinarse por el buen camino y ser un hombre justo, es libre para ello. Si quiere inclinarse por el mal camino y ser un malvado, es libre para ello».

Tan verdadero es que el hombre es libre, que Di-os consideró necesario proveerlo de diez mandamientos para administrar su libertad.

Aquí me permito agregar que es muy significativo que, casi al mismo tiempo que se nos

concedió la libertad que celebraremos en Pésaj, se nos dieron también los diez mandamientos. En algún lugar leí que solidaridad judía es cuando un judío pide a otro, que ayude a un tercero, a quien ninguno de los dos conoce. Es bien sabida la importancia de la tzedaká en la religión judía. En el libro se insiste en que virtuoso

es el que da y, al mismo tiempo, estimula a los demás para que también hagan su aporte en la medida de sus posibilidades, ya que esto corrobora que «su corazón y su mente están siempre atentos ante la desgracia de los necesitados».

Un dato interesante que se plantea aquí es en relación a cómo asimilan sus conocimientos los estudiantes, y así se habla de cuatro clases de oyentes entre quienes se sientan ante los sabios. La primera sería la esponja, que es el que lo absorbe todo, lo recuerda todo; pero, no distingue lo importante de lo que no lo es. Es el que podríamos llamar, caletrero.

El segundo es el embudo, o sea, aquel a quien todo le entra por un lado, pero le sale por el otro. Le sigue el colador, quien no se concentra en las explicaciones del maestro, sino que asimila las anécdotas y otras enseñanzas secundarias y se olvida del tema principal.

Y por último, está el tamiz, que es el que retiene lo importante del tema, y se olvida de lo superfluo. Este es el estudiante ideal. A continuación, algunas píldoras:

¿Quién es sabio? Ciertamente no es simplemente el que tiene mayores conocimientos sino el que está dispuesto a aprender, así sea de alguien «menor que él en edad o en erudición », ya que, «si escuchase algo lógico, no lo echará a un lado ni lo despreciará».

¿Quién es rico? El que se regocija con su parte.

¿Quién es respetado? El que honra a sus semejantes, de donde, seguramente, proviene el dicho, universalmente adoptado «Honrar honra». Al describir los sentimientos, se hace énfasis en que éstos deben ser desinteresados, ya que «todo amor que depende de algo, al cesar ese algo, cesa el amor». Y, haciendo gala del humor característico del pueblo judío, se ilustra este enunciado con el siguiente ejemplo:

«Una mujer enviudó y pensó que su marido le dejó una gran herencia. En la lápida, ella escribió:

“Grande es mi dolor, para soportarlo”. Pero, su marido no le dejó nada, y ella fue y se casó con un hombre rico. Finalmente ordenó agregar una palabra a lo ya escrito en la lápida la cual quedó como sigue: “Grande es mi dolor, para soportarlo sola…”».

Al referirse a controversias, en el texto se explica que éstas, si bien se deben evitar cuando son motivo de pleito, son beneficiosas cuando se trata de encontrar el mejor argumento. Se ponen como ejemplo las discusiones mantenidas entre los rabinos Hilel y Shamay, las cuales tenían como fin sacar a la luz la verdad (Midrash Shmuel), ya que, cuando la yeshivá de Hilel se convencía de la sabiduría de los argumentos presentados por la de Shamay, se aceptaba esta opinión, y viceversa. Moraleja:

No hay que obstinarse en un solo argumento, puesto que si existen motivos para ello, es de inteligentes cambiar de parecer. Por eso se aconseja también no menospreciar ningún argumento, así no provenga de un maestro sino de un alumno que «cuando le formula preguntas a su rabí, éste debe profundizar en sus conocimientos para darle una buena respuesta.

Entonces, al recibir las preguntas, el maestro mismo se beneficia».Esto se complementa con la siguiente recomendación: «No te avergüences de preguntarle a tu rabino lo que no es comprensible para ti».

Se resalta en el libro la importancia de predicar con el ejemplo y, en este sentido, dice el rabino Elazar Ben Azaria: «Buenos son los conceptos que salen de la boca de quienes los aplican» y, tal como se menciona en el Prólogo del libro, es importante regar la parcela espiritual. «La parcela espiritual de cada cual, al igual que si fuera una parcela de tierra, debe ser cuidada y cultivada, pues al no hacerlo quedará desierta y se cubrirá de espinas y esconderá insectos y reptiles que harán daño a su dueño».

Para terminar, quiero compartir una enseñanza que deberíamos poner en práctica toda, y en todo momento. Es la contenida en el siguiente texto: «Hay tres coronas: La corona de la Torá, La corona del sacerdocio, y la corona de la realeza. Mas, la corona de una buena reputación, está por encima de todas ellas».

Muchas gracias, rabino Blickstein, por este libro que debería ser de cabecera.