ISRAEL: un mundo de música en el WorldMusic

Como idioma universal, la música establece puentes entre los pueblos y mediante las canciones uno puede aprender un poco a querer a los demás. Esto lo saben los israelíes, que han tomado por asalto las carteleras de la música de fusión.

A los clarinetes, la viola, el laúd, el címbalo y los melismas, que durante siglos caracterizaron la música judía desde Marruecos hasta la India; desde Suráfrica hasta Nueva York, la sumatoria de las guitarras eléctricas, los sintetizadores, baterías y vocalizaciones al estilo Rhythm and Blues o del rap hacen de la música que hoy se produce en Israel la niña mimada de los seguidores del WorldMusic o música de fusión.

Por su carácter de Kibutz Galuyot (asentamiento de las diásporas), la creación musical de Israel recibe influencias desde Argentina a Etiopía, desde el Cáucaso hasta Afganistán, y los artistas israelíes están entre las colecciones de música exótica, con temas, tradicionales o no, interpretados en hebreo, yidis o ladino, o incorporando melodías en amárico, árabe, sánscrito, turco o inglés.

Desde las tierras de la reinade Saba
Recientemente, la colección Putumayo, una casa disquera con sede en Nueva York que se especializa en música mundial y en editar álbumes recopilatorios con diferentes intérpretes y agrupaciones, asociada con Helicon Records, lanzó al mercado el disco Idan Raichel Project, homónimo del grupo israelí que revolucionó el mundo musical del país con dos álbumes en los que recogía las voces, los sentimientos y las melodías de los judíos de Etiopía, en una reinvención multicultural que los fusionaba con el funk y el rock suave.

Con tres álbumes en su haber: Bejorá (Primogénita, 2002), Mime’amakim (Desde las profundidades, 2005) y Bein Kirot Beití (Entre las paredes de mi casa, 2008), el joven Idan Raichel, ex tecladista del cantante Ivri Leader, puso a los melómanos a escuchar las historias de los judíos etíopes. Su tema «Boi» (Vente) alcanzó los primeros lugares de audiencia en Israel. La letra es una invitación a una nueva vida, en otro país, lo que alude a la Operación Salomón que rescató del hambre a gran parte de la comunidad judía etíope, conocida por el apodo infamante de falashas (extranjeros) en su propio país. Igualmente populares fueron los temas «Im telej» (Si te vas) y «Shoshanim atzuvot» (Rosas tristes).

El segundo disco, Mime’amakim, introdujo, además de las melodías etíopes, algunos extractos en árabe, tigriña e hindi, con lo que la musicalidad del proyecto expandió sus horizontes. Asimismo, uno de los temas está basado en una grabación sobre las bendiciones del año nuevo a la usanza teimaní (yemenita).

El impacto del trabajo de Raichel, quien es de origen askenazí, estuvo en la utilización de extractos de voces masculinas y femeninas, hablando en amárico o hebreo, contando lo que vivieron; así como la fusión sonora de melodías tradicionales con intérpretes aficionados.

Aunque el mismo Raichel participa vocalmente en algunos de los temas, la agrupación tiene como característica que constantemente invita a cantantes de diferentes orígenes para darles color a sus realizaciones. Kabra Kasai, una chica etíope que estuvo en un campo de refugiados en Sudán cuando sus padres emigraron a Israel, es parte de la imagen de este grupo, al que también se han unido el árabe israelí Mira Anwar Awad; Sergio Braams, un surinamés que le ha puesto reggae a la escena de Tel Aviv; Bongali Xulu, de Suráfrica; así como otros artistas como Shoshana Damari, cantante icónica de la música mizrahí; Yihia Tsubara, de 76 años, quien aporta sus piyutim yemenitas a la grabación; o Din Din Aviv, quien cantó originalmente Im Telej. En su último disco, se incorporó, entre otros cantantes, la colombiana Marta Gómez, quien interpretó en español dos canciones y participa en los conciertos con versiones en nuestro idioma de algunos de los temas como Yesh bi od kóaj (Aún tengo fuerzas).

Raichel, quien fue entrevistado, para sorpresas de todos, hace unos meses por la cadena televisiva árabe Al Yasira, estuvo en Etiopía, donde su música fue recibida con gran entusiasmo y sus temas ocuparon los primeros lugares en las carteleras radiofónicas de Adís Abeba. Allí grabó un documental sobre este encuentro que la televisión israelí ha difundido ampliamente y que se pudo ver en Venezuela por cable.

El artista considera que su trabajo es un proyecto de tolerancia y amor por el otro: «Nuestra capacidad para vivir en paz unos con otros depende de que aprendamos a apreciar y respetar nuestras respectivas diferencias. El progreso no consiste en tratar de cambiar a nuestro prójimo, sino en aceptarlo y reconocer que todos buscamos las mismas cosas: pan, agua, espíritu, respeto y amor», dijo Raichel según lo cita el blog La Taberna del Bardo.
Klézmer, darbunka y joropo…

La diversidad étnica de Israel se refleja también en la oferta musical en otros grupos como Gaya –que estuvo de visita en Venezuela con motivo del sexagésimo aniversario del Estado de Israel– que basa su trabajo en el trance y la música oriental; los clarinetes y violines de Ashkenaz se hacen presente en los discos de Guiora Feigenbaum, Chava Alberstein y The Klezmatics (que resaltan con su álbum Di Veil – El pozo– y su extraordinaria interpretación de Main shvéster Jaye –Mi hermana Jaya– que habla de una niña víctima de la Shoá) o Mati Caspi, quien versionó en hebreo algunas de las piezas fundamentales de la bossa nova, en la que destaca Eretz Tropi Yafá (el «País tropical» de Sergio Mendes).

Gad Elbaz (quien incursiona en la fusión del rap, el hip hop y la jora), Eyal Golán, Sarit Hadad, Achinoam Niní (Noa) siguieron el camino trazado por Ofra Haza, quien catapultó los nigunim del Yemen a la discografía mundial, hablándoles a los melómanos sobre la Biblia y de Di-os y abriéndoles la mente sobre la importancia cultural de Israel y de los judíos en el mundo.

Dentro de ese contexto donde la mezcla y la multiculturalidad son parte de la cotidianidad, no es de extrañar las versiones que hicieron el dueto Haparvarim de dos temas venezolanos: La partida, cuya interpretación más conocida local estuvo a cargo de Jesús Sevillano, y que en hebreo se llamo Aní Eshtaguea (Me pongo como loco); y del segundo himno nacional, el Alma Llanera, llamada Eretz Shémesh umáyim (Tierra del sol y del agua), ambos en el álbum Shirim Ahavat rajok (Canciones de amor lejano).

A este melting pot sonoro, también aportan los grupos y cantantes de la diáspora: Yehuda Glanz, con sus melodías religiosas acompañado de quena y charango de los Andes en las que alterna el hebreo y el español; Matisyahu, quien le puso ritmo de reggae a la música klézmer; Yasmín Levy y Fortuna, de Turquía y Brasil respectivamente, reinas de la música judeoespañola; el grupo Sefarad, que interpreta las cantigas judías, en yudezmo y turco y que se convirtieron en un éxito en las radios de Estambul, e incluso de algunos gentiles que han incursionado en la música judía como Eduardo Paniagua, Savinna Yannatou o Glykeria, quien fue declarada hija adoptiva de Israel.

De esta forma, entrando por los oídos, los fanáticos de la música mundial le han dado un lugar a Israel en sus iPod y el mensaje de tolerancia y Ahavat Israel se cuela poco a poco entre los que saben escuchar.