EL CEMENTERIO JUDÍO DE CORO: un nuevo renacer

Alberto Benaim Azagury

Decir “nuevo renacer” a un lugar que representa todo lo contrario a la vida quizá pudiera resultar una contradicción, pero es precisamente esto lo que sucedió recientemente en el Cementerio Judío de Coro: un sorprendente renacer del deterioro y abandono en el que estuvo sumido por largo tiempo.

Nuestra agenda en la ciudad de Coro, en ocasión de la certificación de la mikve descubierta en la Casa Senior, incluyó necesariamente una visita a su recién remodelada y rescatada necrópolis judía, patrimonio histórico y cultural de la nación, que data en sus orígenes del siglo XIX, después de que la comunidad sefardí proveniente de Curazao empezó a emigrar a esta ciudad en el año 1824. Fue Joseph Curiel su fundador, al comprar el terreno que sirvió para enterrar a su pequeña hija, por allá por 1832. Este es el camposanto judío más antiguo y único en Venezuela.

Único, porque siendo un cementerio judío presenta apenas una lápida con inscripciones en hebreo y, por otro lado, incluye esculturas de mujeres plañideras, ángeles e infantes en posición de oración encima de algunos sepulcros, algo sui géneris; la presencia de estas inusuales estatuarias monumentales es indudablemente producto de las circunstancias y la asimilación progresiva sufrida por esta comunidad a lo largo de sus años de existencia.

Tres son los principios para constituir una comunidad judía organizada: la sinagoga, la mikve y el cementerio. La ciudad de Santa Ana de Coro acogió a los primeros pioneros judeo-sefarditas del país, que precisamente aplicaron estos tres preceptos para fundar en ella su asentamiento y empezar a vivir bajo la ley mosaica.

La importancia de esta visita se centró en constatar in situ el laborioso y minucioso trabajo de refacción, limpieza y pintura de lápidas, estatuas, muros, suelos, entrada, el ornato y mantenimiento de jardines de todo el camposanto, que se inició en el mes de febrero del presente año gracias al auspicio económico del grupo de empresas Daycoven, propiedad de Ysaac Coronado Morales y Daniel Coronado Morales, hijos de Abelardo Coronado y Merys Morales de Coronado, con sus esposas Elizabeth Medina y Ana María Contín; a su vez miembros fundadores de la Fundación del Patrimonio Cultural Hebreo Falconiano, dirigida por Hermán Henríquez.

Increíbles las imágenes que en pendones mostraban el “antes” y “después” de los espacios remodelados. Bastaba con apreciar las condiciones de descuido en que se encontraba el cementerio para compararlas con el resultado del trabajo, que evidencia un compromiso por parte de la familia antes mencionada en “proseguir los pasos realizados en vida de su padre, Abelardo Coronado Reyes, por realzar y preservar los valores educativos, culturales e históricos regionales sefardíes”. Tras decidir llevar a cabo los trabajos de restauración del cementerio, dispusieron la incorporación de un equipo de profesionales y maestros artesanos especialistas en la conservación y restauración de bienes culturales.

En palabras de Antonio José Molina, conservador restaurador de bienes culturales y asesor de la obra: “La función hizo cumplir una restauración y rehabilitación de tumbas, reparación de muros, intervención parcial de contrafuertes en muros internos, integración de niveles de descargas de lluvias con estudios topográficos y GPS con un registro de cada una de las tumbas, rehabilitación de drenajes laterales este y norte, mejoras y poda del jardín externo, conservación preventiva de la cerca perimetral, la capilla y el portal metálico principal”. Esta labor se llevó a cabo con herramientas y técnicas que preservaron la salubridad de las esculturas, mármoles, elementos metálicos y el valor histórico de los mismos.

Este trabajo de restauración, que aún no ha culminado y se efectúa por etapas, no pudo haberse realizado sin la valiosa colaboración de las Coordinaciones de Museos y Estudios Socio-Antropológicos de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, dirigidas por Benjamín Briceño; Antonio Molina junto al equipo de conservadores-restauradores: Ernesto Ramírez, Pedro Yamil Ruiz y Antonio José Medina; y llevada a cabo por un gran número de personas que, con su plena dedicación, permitieron la puesta en valor y refuncionalización de tan importante monumento cultural.