Abraham Senior o los conflictos entre LA FE Y EL PODER

Alberto Benaím Azagury

Especial para Maguén – Escudo

Cuando uno visita Segovia, adentrándose en sus pintorescas callejuelas, en plena calle de la Judería Vieja, se encuentra la casa donde vivió Abraham Senior (1412-1493), hoy sede del Centro Didáctico de la Judería de esta ciudad. La visita permite adentrarnos, no solamen-te en lo que fue la vida cotidiana de los judíos que vivían en esta ciudad, sino también en la polémica e inquietante figura de este personaje público de la época, que fue rabino, banquero y político judeoespañol que se convirtió al cristianismo en 1492, con la promulgación del Edicto de Granada, adoptando el nombre de Fernando Pérez Coronel y fundando un linaje con su apellido.

Lo fascinante de su historia, es, a mi juicio, la posición privilegiada que tuvo en la corte de los Reyes Católicos, que le permitió un vertiginoso ascenso político y económico durante la dinastía de los Trastámara. No solo se limitó a ser recaudador mayor del Reino, sino que también intervino directamente en las negociaciones del matrimonio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, así como en la reconciliación de la reina con su medio hermano Enrique IV y posterior entrega del Alcázar de Segovia, lo que generó en la soberana su plena confianza hacia él, por lo que lo nombró luego juez supremo de la aljama de Segovia, rabino mayor de Castilla y hasta desempeñó un importante rol financiero en la guerra de Granada y en las expediciones que Cristóbal Colón haría hacía el aún incógnito Nuevo Mundo.

 

Sin embargo, los conflictos entre la fe y el poder comenzaron a presentarse ante las presiones antisemitas que cada vez más ejer-cían los Reyes Católicos hacia la comunidad judía a la que Senior representaba. Ante esta situación, intervino directamente apoyando a sus correligionarios al recaudar ingentes can-tidades de dinero entre las aljamas castellanas, para rescatar a muchos judíos tras la toma de Málaga por parte de los reyes, embarcándolos hacia el norte de África en dos navíos para que se asentaran y pudieran seguir practicando su fe.

A pesar de sus intermediaciones a favor de sus hermanos, Senior no gozaba de la simpatía de todos los judíos españoles, ya que gene-raba suspicacia y desconfianza entre ellos, al ser percibido como ambicioso, poco creíble y con demasiadas ansias e intereses por conservar su poder ante los reyes.

Este relativo «poder» del que gozaba no impidió, aun tratando de retrasar la decisión de los Reyes Católicos de expulsar a los ju-díos de España, la promulgación del infame Edicto de Granada (31 de marzo de 1492), hecho histórico que selló trágicamente el destino de sus correligionarios en tierras ibéricas. Ante esta calamidad, Senior solicitó su derogación a cambio de conseguir grandes sumas o alguna razón o justificación para ser excluido él mismo, pero sus acciones resultaron en vano. Así las cosas, a sus ochenta años y no exento de las nuevas leyes, el anciano se vio en la disyuntiva de convertirse al cristianismo o abandonar Castilla.

Finalmente, para conservar sus cuotas de poder, optó por la conversión con el resto de su familia, apadrinado además por los mismos Reyes Católicos, que aprovecharon el evento para hacer de él un gran acontecimiento con repercusiones públicas y políticas mayores. Acto de traición ante sus correligionarios, la ceremonia se celebró en el monaste-rio de la Guadalupe en Cáceres, el 15 de junio de 1492. Sin embargo, aun conservando sus privilegios y fortuna, no vivió mucho tiempo más como converso, al fallecer en 1493, en su Segovia natal.

La conversión del ahora nuevo cristiano, la describió excelentemente el escritor David Raphael en su magistral novela El decreto de la Alhambra (Ediciones Carmi House Press 1992): «Lentamente, muy lentamente, fue hacia la pila. Se arrodilló y puso la cabeza sobre ella. El cardenal, de pie y junto a él, vertió agua bautismal sobre la cabeza del cortesano judío mientras entonaba: “Os bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Vuestro nombre, de ahora en adelante, será Fernando Pérez Coronel. Levantaos, don Pérez Coronel”. Don Fernando Pérez Coronel se puso de pie. Don Abraham Senior ya no existía. El coro de sacerdotes prorrumpió con un cántico: “¡Gloria! ¡Gloria! ¡Gloria in Excelsis Deo!”».