EDITORIAL
La caída
Como si se hubiera tratado de un mal agüero, lo que tantas veces se dijo con respecto a las reliquias históricas judías de Coro, se cumplió una mañana de principios de diciembre: el techo de lo que fuera la casa de los Sénior en la primera capital de Venezuela se desplomó y enterró en un amasijo de caña brava y tejas unos de los pocos vestigios del pasado de la kehilá que se desarrolló allí.
En las crónicas de esos días en la prensa falconiana, los directivos de Cultura de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, dueña del inmueble, prácticamente acusaron de indiferencia a la Asociación Israelita de Venezuela por no atender sus llamadas para la reservación de esa sala de oración, lo cual es un exabrupto, por cuanto, si bien la AIV donó el proyecto de 1996 para su acondicionamiento y asesoría arquitectónica para recrear lo que debió ser el salón que se utilizaba para las fiestas principales del judaísmo en Coro, también es cierto que este espacio estaba bajo la responsabilidad del Estado mediante la referida UNEFM, que por su carácter de «experimental» es responsabilidad directa de la administración nacional.
Caso contrario fue lo que sucedió con el Cementerio Judío de Coro, que sí está bajo custodia de la Asociación Israelita de Venezuela, cuyos trabajos de refacción se realizaron a tiempo. De no haber sido así, otra historia se estuviera contando en estos momentos, toda vez que el zaguán que le da acceso a los deudos a este Bet Hayim necesitaba importantes reparaciones, los cuales solo las podía acometer artesanos especializados que fueron contratados para tal fin. Gracias a los buenos oficios del Centro de Estudios Sefardíes de Caracas, la Constructora Sambil reparó los muros perimetrales del cementerio, que en su momento estaban a punto de colapsar, lo que quizá habría sucedido con las lluvias torrenciales de diciembre.
Lo que se esconde detrás de estas dos realidades se puede resumir en la siguiente sentencia: la responsabilidad con el pasado. Para nosotros, el pasado y la honor a los que se fueron es parte ineludible de nuestra cultura; mientras que para otros, el pasado no duele y, por ende, no importa. Asimismo, la responsabilidad, es decir, la obligación de atender las demandas del otro, incluso cuando este no puede hablar, como es el caso de los muertos, unidos al concepto de honrar a los ancestros, está escrita en nuestros mandamientos. Para otros, una sala de oración de una comunidad virtualmente desaparecida es apenas un atractivo turístico mal explotado que, por ello, no pudo autosustentarse. Con el techo de este lugar cayó no solo una página de la historia de Venezuela, sino también el telón que ocultaba la desidia por no decir irresponsabilidad.
Índice
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Un homenaje a los celosos guardianes del CEMENTERIO JUDÍO DE CORO, Discurso de la presidente del CESC, Mìriam Harrar
Discurso de HERMÁN HENRÍQUEZ en su nombramiento como miembro honorario del CESC
Se cayó la casa de oración de los judíos de CORO, Por Néstor Luis Garrido
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El universo sefardí de Sonia Chocrón
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ANA SÁLOMON: Los españoles creen que la expulsión de los judíos fue una gran TRAGEDIA, Por Abel Flores
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LA DESAPARICIÓN LENTA de la comunidad judía de Turquía, Por Rifat N. Bali
De las «FADAS» i la ENKESISION, Por Elías Barrocas Levy
Premian con el Fernando Gómez al escritor Isaac Chocrón, Por Natán Naé
ANDANZAS DE UN MARROQUÍ en los llanos del Guárico, Por María Soledad Hernández Bencid
LA COMUNIDAD JUDEOPORTUGUESA de Madrás en el siglo XVIII, Por Mordechai Arbell
El cancionero y el romancero de los sefardíes: identidades y mestizajes
SANZ BRIZ: el Ángel de Budapest, Por Momy Sultán