LOS PRIMEROS JUDÍOS en el oriente del Guárico

Manuel Vicente Soto Arbeláez
Un aspecto que llama la atención es al existencia en el poblado de cuatro apellidos judíos: Bentolila, Benchetritt, Benlolo y Levy. En Tucupido y El Socorro vivió don Abraham Levy, de religión hebrea, quien se convirtió al catolicismo a finales de la década de los 1890s, para casarse en El Socorro con doña Isidora Guevara, quien era atea racionalista. De don Abraham descienden los Pérez Levy de Tucupido, pero de Moisés no se tienen otros datos.
Los otros dos hijos de «Yahvé» eran tenderos y tampoco sabemos que hayan dejado descendencia en el Guárico. Por esa época hubo otro  judío comerciante, errante de a píe  por estos llanos, cuyo apellido era Benlolo. A todos ellos el pueblo los llamaba “turcos”, sin diferenciarlos de los árabes, que también recibían este cognomento. En realidad eran muy distintos. Los árabes llegaban a América sin saber hablar el español, mientras que lo hebreos, provenientes en su mayoría de Marruecos, hablaban el “Ladino”, español antiguo que ellos conservaron -todavía conservan- como lengua materna, cuando fueron expulsados de España en 1492. Se recuerda que en Tucupido vivieron otros dos judíos tenderos de apellidos Garzón y Cohen. El segundo casó con una dama local de apellido Arveláiz. Fueron los abuelos del geólogo Boanerges Hernández Cohen, coetáneo nuestro en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Central de Venezuela a principios de la década de 1960. El abuelo Cohen tenía una pensión en Tucupido y además se ocupaba de un oficio despreciado por todos los que practican la religión hebrea: el beneficio de cochinos, carne que expendía en una tienda de las llamadas “pesas”.

Pero hubo uno de ellos que destacó a nivel nacional e internacional. De él escribí un largo artículo publicado en la prensa regional cuyo título fue “La gripe española en el Guárico”, que reproduzco a continuación:

Corría el año de 1918 cuando reventó en La Guaira el brote epidémico conocido como «Gripe Española». De allí se extendió a todo el país, siendo                  especialmente mortal en Caracas, Maracaibo y Puerto Cabello. En el llano la severidad máxima ocurrió en Apure. Los médicos de todo el territorio                   nacional comenzaron a combatirla con una fórmula de tratamiento llegada de Europa: «meterse en cama y tomar un cachet de 30 centigramos de            piramidón; diez minutos después un cachet de 60 centigramos de biclorhidrato de quinina; media hora después tomar sudoríferos que hagan sudar lo más posible”(..).

Como puede colegirse que en cuestión de pocos días      estos medicamentos se agotaron por la gran demanda; pero surgió una fórmula maravillosa y de bajo costo sugerida por el médico Aarón Benchetrit que consistía en «tomar una cucharada de aceite de tártago cada hora hasta que los intestinos y la lengua queden limpios. Una lengua limpia, rosada y húmeda es símbolo de limpieza general, y con el tracto intestinal en esas condiciones, el morbo gripal desaparece”(..), fue su receta, más o menos. De seguidas se desató una fuerte polémica médica contra Benchetritt. La voz cantante la llevó el Dr. Rosendo Gómez Peraza, zaraceño sanitarista en La Guaira; pero Aarón no se rindió, por el contrario fundó un periodiquito llamado La Epidemia Febril de Caracasque se editó de diciembre de 1918 a febrero de 1920.

En ese periódico se publicaban las cartas enviadas del interior del país sobre el resultado obtenido con el aceite de ricino. De Zaraza escriben los doctores Bastardo Flores y Lisandro Alvarado, reportando que el tártago fue eficaz en el tratamiento de los enfermos. El Eco Regional, de Valle de la Pascua, da cuenta de la gran labor del galeno periodista mientras que de esa misma ciudad Gerónimo Escobar Ramírez dice que el tártago salvó la vida a Margarita Escobar, de 15 años; a Fernando Bolívar (24); a Dolores Pérez de Hernández (19); a Rosario López (8); a Gabriel Requena (16); y a otros. En Tucupido, a falta de médicos, se encargó M.S. Muñoz de purgar a los enfermos; en Barbacoas lo hizo M. Tobías Brito; en Altagracia de Orituco se encargó el Vicario; en Espino Neptalí Prieto López. Y así van apareciendo los nombres de los enfermos y los administradores del aceite de ricino en todos los pueblos de Venezuela, tratando el Dr. Benchetritt de dar testimonio de la eficacia de su fórmula; la cual, aparentemente, fue efectiva.

Pero, ¿quien era este hombre?.: Aarón Benchetritt llegó a La Pascua siendo un mozo de 15 años en 1901, directamente de Tetuán, ciudad marroquí a orillas del mediterráneo, a servir de dependiente en la tienda denominada “Bentolila y Benchetrit”, propiedad de un familiar, ubicada en la esquina de Salsipuedes, calle Descanso. En 1902 desempeñó el mismo oficio en Tucupido, en la tienda de un tío suyo, también marroquí, llamado Salomón Garzón. En 1903 volvió a La Pascua donde además de vender telas, alternaba en las tenidas culturales locales. El idioma nunca fue problema para él, pues su vida familiar transcurrió comunicándose en Ladino, español antiguo que hablaban sus antepasados cuando en 1492 fueron expulsados de España, como hemos anotado antes.

En 1906 se fue a Caracas matriculándose en el Colegio Santa Maria, siendo el primer hebreo que allí estudió. En 1908 ingresó a la UCV., teniendo que terminar sus estudios en Francia, pues en 1912 fue cerrada la Universidad… pero esa es otra historia.

 

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