Los judíos en Alepo

Conocida en la Biblia como Aram Tzobá, cuenta la tradición que Alepo tomó el nombre de Halab, porque el primero de los patriarcas, Abraham, se detuvo allí en su viaje de Arán a Palestina para ordeñar sus cabras. La palabra Halab significa leche, tanto en arameo como en hebreo y en árabe. Junto a Damasco, Aram Damesek, son dos de las ciudades más antiguas mencionadas en la Biblia, aproximadamente hace 4 mil años según lo nombra el Génesis. También se mencionan estas ciudades en unas tablillas de escritura cuneiforme desenterradas en Ebla (la actual Tel Mardij), a unos 60 kilómetros de Alepo, que tienen una antigüedad de entre 3 mil 500 y 4 mil años.

Después de la destrucción del Templo en Jerusalén el pueblo judío corría el riesgo de desaparecer. Las diez tribus de Israel habían sido ya desterradas hacía mucho tiempo, bajo la dominación asiria, dispersándose por países muy lejanos. Babilonia, heredera de Asiria en la dominación del mundo, deportó también a los habitantes de Jerusalén, después de poner fin al reino de Judá.

Tras de la destrucción del Segundo Templo, también es posible que muchos judíos se hubieran trasladado a Alepo, se puede decir entonces que se habrían asentado en esa ciudad y permanecieron allí más de dos mil años ininterrumpidos. Alepo es una ciudad prebíblica y fue centro de numerosos reinos como el hitita y el arameo. Esta comunidad vivió períodos de intenso tráfico comercial, por su ubicación geográfica era el lugar donde se iniciaba la ruta de la seda, vía principal de las importaciones desde Oriente.

Hasta hace poco tiempo no se conocía la forma de vida judía durante aquellos siglos, inmediatos a la conquista de Mahoma; pero, a fines del siglo XIX fue descubierto un tesoro que dio cuenta de cómo era esa vida en Egipto, Siria, Palestina, Mesopotamia y el norte de África. Este gran descubrimiento es la guenizá (1) de la sinagoga de Fostat, nombre del antiguo de El Cairo y se debe a un profesor de la Universidad de Cambridge, quien encontró en la guenizá más de 40 mil manuscritos de lo cuales muchos se refieren a Alepo, otros todavía no fueron descifrados o se demora su publicación. Corresponden a manuscritos de una escritura críptica, que aumenta el interrogante de las cosas allí narradas y sucedidas.

También da cuenta de la antigüedad de la presencia judía en Alepo, la gran sinagoga, Knis il Kbire, una inmensa construcción que por negligencia está en peligro de desaparecer y que ostenta una placa fechada en el 24l. Fijar los límites de la ciudad de Alepo es tarea sencilla, ya que se trata de una ciudad amurallada y esto no ha cambiado en mucho tiempo. La muralla que la rodea tiene cuatro puertas principales: Bab el Faradj, al occidente, Bab el Nasser al norte, al noreste Bab el Hadid y Bab el Ahma al oriente, también tiene puertas más pequeñas cuyos nombres no trascendieron.

Una de las entradas más antiguas, Bab el Faradj, la puerta de la Alegría, es la que correspondía al barrio judío. Cerca pasa un arroyo, el NaDura, que atraviesa parte de la ciudad, donde las mujeres iban a lavar la ropa. Tenía su plaza donde lo mas sobresaliente, sin duda, es la torre de unos quince metros de altura, construida en el centro, donde tiene su famoso reloj, recordado por la mayoría de sus pobladores y en el que cada una de sus cuatro caras, dos marcan la hora europea y dos la hora oriental.

Quizás la parte más interesante de la historia de Alepo es la que transcurrió en los shuks, zocos o mercados. Conservaron el ambiente del siglo XIII, sus portones sarracenos, arcos y techos abovedados, con el antiguo espíritu del tráfico de caravanas, donde cada calle está dedicada a un particular tipo de comercio o artesanía. Así se pueden reconocer por las fragancias dónde están los comercios de esencias y de especias; por el sonido, la calle de los forjadores de plata y los hojalateros; por el griterío del regateo los vendedores de textiles y alfombras, remembranzas de mis ancestros, cuando al atardecer, mientras la luz se va, quedan en los callejones algunos hombres jugando al taule (2) y bebiendo anís. EI mercado se convierte entonces en la añorada y misteriosa ciudad subterránea.

Alepo es una región cuya formación geológica es propicia a los temblores de tierra y cuando se producían, ocasionaban graves daños a sus pobladores, desde la destrucción de sus casas hasta la propagación de epidemias con enfermedades como la viruela, la difteria, el cólera, que diezmaban notablemente la población. Su clima, con largos y calurosos veranos, de inviernos con intensos fríos y eventuales nevadas,
también ponía en peligro la salud de los habitantes, sobre todo la de escasos recursos, ya que no disponían de agua, sólo algunas familias tenían su brocal y el resto juntaba el agua de Iluvia, situación que aumentaba el riesgo de enfermedades mortales.

Alepo no contaba con registros oficiales de población, de fechas de matrimonio, nacimientos y defunciones; pero, la historia oral nos revela que conmemoraban aniversarios usando como referentes las fiestas religiosas y las catástrofes (terremotos, o situaciones climáticas como las intensas nevadas). En algunas familias, los libros de la liturgia servían como recordatorio, donde inscribían fechas como el fallecimiento de un familiar, para recitar así el obligado kadish. La lIegada de Purim marcaba el inicio del verano, entonces se desplazaban con sus comidas a Tedef, lugar de recreo, viajando en carros para disfrutar la sombra de sus árboles y el agua de sus vertientes. La llegada del invierno lo marcaba la iniciación de Rosh Hashaná con su celebración religiosa.

La conquista de Siria por el Islam provocó alteraciones en la vida judía, dependía exclusivamente de la voluntad de los califas, aceptarlos o perseguirlos. En general les tenían cierta tolerancia porque contribuían con sus impuestos a las arcas del califato. El gran rabino de la comunidad era el encargado de efectuar la recaudación y de intervenir en los conflictos que se suscitaran entre judíos. La historia nos ilustra sobre la presencia de los caraítas, una secta antirrabínica que sólo reconocía la enseñanza escrita y rechazaban tanto la enseñanza oral como la interpretación que hacían los rabinos y los doctores de la Ley.

Un gran número de alepinos siguieron a los caraítas; pero, estos se dividieron en tantas facciones que terminaron por desaparecer. La Europa cristiana organizó a partir del siglo VII permanentes persecuciones a los judíos, mientras que en el Cercano Oriente, dominado por los musulmanes, los judíos vivieron bajo un régimen de tolerancia. Se incrementó la actividad comercial, ya que la presencia musulmana confería seguridad a las rutas y como Alepo era punto de llegada y de partida de las caravanas, esta nueva condición de confianza alentó la actividad comercial especialmente en el tráfico de las sedas, el alcanfor, el almizcle y los esclavos.

En el siglo XII el fanatismo religioso de las Cruzadas que avanzaron por Europa para llegar a Jerusalén y liberarlo del poder de los árabes, provocaron muerte, robo y pillaje por todas las poblaciones que atravesaban, esto significó para los judíos su muerte segura, pues les prendían fuego aún dentro de sus sinagogas.

A mediados del siglo XlII las hordas mongoles del Gengis Khan dominaron Alepo, matando a judíos y cristianos, sólo se salvaron algunas familias por la protección que les brindó un poderoso musulmán que pagó una patente de seguridad por el barrio en que habitaban. También en 1401 Alepo fue invadida por tropas salvajes, esta vez atacando Bashita, barrio emblemático del judaísmo alepino, nuevamente asolado por el terror y la muerte.

Durante los siglos XVI y XVII hubo dos poderosos factores que produjeron cambios en la vida de la población, después de las Cruzadas: los mercaderes europeos descubrieron los productos de Oriente que hasta ese momento llegaban en forma reducida, tanto en variedad como en cantidad, objetos y materiales exóticos y suntuosos que sólo se producían en aquellos lejanos lugares.

El segundo factor fue la expulsión de los judíos de España, de Portugal y de otros países que siguieron el decreto de la Península, decreto que obligó a los expulsados a buscar protección en ciudades del Imperio Otomano, ya que tenían algunas relaciones comerciales y tenían referencias de sus conocimientos de medicina, de sus habilidades bancarias, que aumentaba el interés de recibirlos en su Imperio. La mayoría de los expulsados se instalaron en Esmirna, Constantinopla, Salónica y en los Balcanes, donde permanecieron casi cinco siglos y continuaron practicando su religión, hablando su lengua: el judeoespañol, derivado del castellano que usaban en la Península Ibérica.

Se desconoce la cantidad de familias que llegaron de España a Alepo; pero, algunos apellidos como Paredes, Franco, Mendes, Laniado de origen español, aunque a la mayoría se los denominan judeoorientales o mizrahim y no sefardíes como suelen llamarse.

Esta brevísima reseña es un punto de partida para establecer pequeñas diferencias entre los judeoorientales y los sefardíes, diferencia que es apenas visible en algunas costumbres de la vida cotidiana. La diferencia más destacada entre ambas culturas es la lengua; pero, conservan un patrimonio común: el universo cultural de sus tradiciones.

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