En los años 20, el capitán Artur Barros Basto, un héroe de guerra portugués, ayudó a fundar la primera comunidad judía de su país después de 400 años, para luego ser degradado y forzado a vivir en penurias debido a su religión. Ahora este error histórico debe ser enmendado
Henrique Zimmerman
Ha sido un secreto que me ha acompañado desde que tengo memoria: el del Dreyfus portugués; pero, ¿quién iba a soñar siguiera que este sería ahora un tema de debate político en el parlamento de Lisboa, después de 75 años y campañas de tres generaciones que exigían el desagravio.
Nací y me crié en Oporto, al norte de Portugal. Uno de los lugares más significativos para la vida de los judíos locales era la sinagoga del vecindario, imponente y grandiosa, pero prácticamente vacía. Esta era la sinagoga Makor Haim, una de las más bellas de Europa. Se construyó en los años 30 a cargo de un hombre cuyo nombre siempre se mencionaba en voz baja, para que nadie más oyera. Se trataba del capitán Artur Carlos de Barros Basto, también conocido por su nombre hebreo Abraham Israel Ben-Rosh, quien siempre suscitó mi curiosidad.
Cada vez que preguntaba por él, me decía que era un visionario, que había nacido en 1887 y que descendía de marranos (judíos que fueron convertidos a la fuerza al cristianismo, pero que secretamente mantuvieron las tradiciones ancestrales). Barros Basto era un héroe de la I Guerra Mundial que peleó en Bélgica. Antes había pertenecido al grupo que destronó la monarquía en Portugal y había fundado la república en 1910, y fue él quien izó la nueva bandera rojiverde. El nuevo régimen era crítico con la Iglesia católica y estableció celosamente la libertad religiosa.
En los años 20, Barros Basto supo de su abuelo que la familia tenía raíces judías. A la luz de la nueva libertad de culto en Portugal, decidió volver a la fe de sus antepasados y fue a Tánger, Marruecos, a convertirse. Los miembros de la corte rabínica local se sorprendieron al saber que aún quedaban marranos viviendo en Portugal, y debido a sus objeciones a las conversiones, probaron la convicción de Barros Basto y le sugirieron que fuera a Argelia. El militar les contestó que no se iría sin completar el proceso, el cual él consideraba que era meramente un tecnicismo, ya que él se sentía plenamente judío. De hecho, finalmente se convirtió en Tánger.
Cuando volvió a su patria, intentó establecer una congregación judía por primera vez en 400 años, la primera desde la supuesta expulsión de los judíos de Portugal. Construyó y fundó una yeshivá, un periódico comunitario llamado Halapid, y nuestra sinagoga, Makor Haim.
Descubrimiento en el sótano
En 1972, cuando me estaba preparando para el bar mitzvá, pedí más información sobre Barros Basto. Ya que todos coincidían en decirme que había «hallado un amargo final y que había sido difamado», decidí bajar al sótano de la sinagoga que había levantado y hallé pilas de ediciones antiguas de Halapid.
Así aprendí de una comunidad de marranos que, hace casi un siglo, había oído de Barros Basto, a quien apodaban «el oficial profeta» y que empezó a llenar el lugar. «Nosotros también somos judíos, aun cuando nuestra familia se convirtió al cristianismo tras la expulsión de Portugal en 1497», le decían. Cientos de personas le contaban cómo durante muchos años ellos habían practicado clandestinamente su judaísmo.
Alentado por los nuevos correligionarios, Barros Basto empezó a viajar por todo el norte de Portugal , especialmente a la región Transmontana (Trás-os-Montes, en portugués) en búsqueda de judíos perdidos. Y los encontró. Ellos acostumbraban a celebrar las fiestas en secreto, con vigilantes apostados en las puertas, y mientras ayunaban en Yom Kipur ponían mesas con cartas para despistar a los visitantes indeseados. El capitán los entusiasmó: «Establezcamos abiertamente una comunidad, pues no hay nada que temer. Somos una república», les dijo.
De esta forma, cientos de jóvenes se unieron y vinieron a la yeshivá que se estableció en Oporto, donde estudiaron judaísmo y hebreo. Un doctor, descendiente de marranos, los ayudó con el ritual de la circuncisión, y hubo una rica actividad judaica. La yeshivá recibió el nombre de Rosh Piná, mientras que el seminario femenino se llamó Eshet Hayil. Los graduandos se convirtieron en maestros y se volvieron a sus pueblos para educar a sus vecinos marranos.
En 1928, Portugal se estremeció con otra revolución que restauró el poder que la Iglesia tenía durante la monarquía. Los clérigos no vieron con buenos ojos el nuevo movimiento que intentaba traer de vuelta al judaísmo a cientos de cristianos nuevos. Además, con el cambio de gobierno, la actitud portuguesa hacia los judíos del país cambió en general. Barros Basto quedó muy golpeado, por ejemplo, cuando la familia de su prometida canceló la boda cuando supo que él era judío. Más tarde, en una ceremonia militar dedicada a los héroes de la I Guerra Mundial, alguien declaró públicamente que Barros Basto no merecía una medalla debido a su religión. Finalmente, él se casó con una mujer judía llamada Lea Azancot.
Hubo mayores tensiones en los años 30, cuando un gobierno fascista se entronizó en Portugal. En 1937, Barros Basto fue llevado a juicio por dos casos, uno civil y otro militar, y fue condenado por circuncidar y por crimen nefando (homosexualidad). En el juicio, las circuncisiones eran calificadas como «rituales homosexuales con jóvenes de 17 y 18 años, a quienes se les obligaba a exponer su órgano sexual», de acuerdo con los testigos, que decían haber visto a Barros Basto besar en la mejilla a los hombres, principalmente al concluir las ceremonias religiosas. Él alegaba en vano que entre los judíos de Marruecos, al contrario que los cristianos, era normal mostrar afecto. Tras ser hallado culpable, el gobierno lo degradó y le quitó la pensión.
Barros Basto, el Dreyfus portugués, nunca se recuperó de esta humillación pública. Su movimiento perdió su fuerza inicial y decayó. En los 40 y 50 sufrió muchas vicisitudes y frustraciones, y se vio al borde de la indigencia. La gente que lo vio en sus últimos años lo describen como un hombre macilento, con un traje varias tallas más grande, que iba de puerta en puerta con una maleta desvencijada tratando de vender joyas de fantasía.
Inácio Steinhardt, un israelí que emigró desde Portugal, escribió una biografía de este Dreyfus portugués. Cuenta que un visitante que llegó a Oporto se encontró con el militar degradado y luego le mostró la sinagoga. Al final del paseo, Barros Basto le pidió al turista que lo esperara un momento. Subió al ejal o armario donde están los rollos de la Torá, se aferró a los manijas de la puerta para no caerse de la emoción y rezó en voz alta: «Oye, Israel, A. es nuestro Di-os, A. es uno».
Poco tiempo después, en 1961, Barros Basto murió, muy lejos de la vista pública. Su última petición fue que lo enterraran en el cementerio de Amarante, la aldea donde nació, vestido con su uniforme militar, con sus medallas y la bandera nacional.
Solo unos pocos judíso sefardíes y askenazíes de la congregación de Oporto, que conocían su triste historia, fueron al funeral que se realizó sin los ritos pertinentes. En el último momento, cuando todos se preparaban para irse, un judío de origen polaco de apellido Finkelstein reunió a los presentes y dijo en su honor un kadish, el rezo por los muertos.
Limpiar su nombre
El 25 de abril de 1974 se dio en Portugal una revolución pacífica, encabezada por jóvenes oficiales de la marina, que derrocó al dictador Marcelo Caetano. En 1975, Lea Barros Basto, esperanzada con la introducción de la democracia, solicitó al Parlamento hacerle justicia a su esposo y limpiar su nombre, pero los militares intervinieron y pararon la iniciativa. En opinión de Steinhardt, su biógrafo, esta historia pudo no haberse debido exclusivamente a un asunto de antisemitismo, sino de endorracismo, por miedo de algunos generales de vieja graduación de ver expuestos sus propios ancestros judíos.
Tras la muerte de su viuda, la hija de la pareja volvió a dirigirse al Parlamento, pero tampoco logró nada. En 1997, en conmemoración de los 500 años de la expulsión de los judíos de Portugal, el entonces presidente de la Knéset (parlamento israelí) Dan Tijón visitó el país. En su discurso a sus colegas portugueses, Tijón recordó la historia de Barros Basto y solicitó que se reparara su honor, pero también fue rechazada la petición.
Ese mismo año, 1997, una sinagoga llamada Beit Eliyahu se inauguró en la aldea de Belmonte, al norte de Portugal, y muchos residentes locales aparentemente se convirtieron al judaísmo. Sin embargo, Steinhardt piensa que el término «conversión» es inapropiado en este contexto, pues esta gente ha sido llamada «judeus» durante siglos por sus vecinos y sacerdotes. Ahora rezan en hebreo y se ponen los tefilín (filacterias) y llevan chales píos. A veces se ven en las calles de Belmonte mujeres que llevan sombreros parecidos a los que se usan en Bené Brak y Meá Shearim. Sin embargo, continúan encendiendo las velas de Shabat, horneando matzá o poniendo las januquiyás dentro de sus casas lejos de las miradas de sus vecinos, tal como lo venían haciendo sus familias desde hace 500 años.
Steinhardt describe un movimiento de vuelta al judaísmo que está creciendo entre los descendientes de los marranos, no solo en Portugal, sino también en Estados Unidos, Sudáfrica y otros lugares donde hay diáspora lusitana. Dice que hay sitios web y blogs en línea dedicados al tema, y que muchos descendientes de marranos han ido a Israel a convertirse y vivir.
Un hombre de Belmonte, cuyo abuelo estudió en la sinagoga Makor Haim con el capitán Barros Basto, se convirtió y que ahora vive en Jerusalén. Según la tradición de sus antepasados, prefiere mantenerse en el anonimato; pero, con ojos brillantes, cuenta: «Lo que el capitán hizo en la primera mitad del siglo XX no fue en vano. Fue y siempre será nuestro profeta».
Esperanza
Hace unos meses, [en octubre de 2011] la nieta de Barros Basto, Isabel Ferreira Lopes, elevó de nuevo una solicitud al parlamento portugués. Explicó: «Mi abuelo fue víctima del antisemitismo en 1930, por lo que solicito a este cámara que le devuelva a su rango militar para reparar su nombre. Creo que esto sucederá porque ahora hay un consenso mayor en la sociedad portuguesa –políticos, periodistas, el colegio de abogados, y los ciudadanos en general– sobre la necesidad de enmendar esa decisión antisemita tomada entonces».
Todos los partidos políticos de Portugal, que rara vez coinciden en algo, creen que esta petición está justificada: en esta posición están los conservadores, los socialdemócratas, los socialistas e incluso los comunistas. El comité parlamentario de derechos humanos aún no ha tomado su decisión, pero pueden determinar que el veredicto de 1937 quizá estuvo influenciado por el surgimiento del nazismo. El presidente del comité, Fernando Negrão, sostiene que limpiar el nombre de Barros Basto es un asunto de gran importancia. Sin embargo, un anciano muy respetado en Portugal declaró: «Barros Basto no era un ángel y para poder restaurar su nombre se requiere una discusión en profundidad».
Lopes, en la espera de que el parlamento portugués decida rápido, explica: «En mi familia estamos muy orgullosos de nuestro abuelo. Si logramos limpiar su nombre significará que ganamos una batalla que libraron tres generaciones: mi abuela, mi madre y yo. Significa que obtendremos alguna compensación por el sufrimiento final de nuestro abuelo, y que nuestro amor por él triunfó al hacerle justicia».
Reintegran al ejército a Barros Basto
Nuno Guerreiro Josué / Rua da Judaria
Lisboa, 14 de marzo de 2012
El parlamento portugués declaró hoy, por unanimidad entre todos los partidos, que el capitán Barros Basto debe ser reintegrado al ejército. La Comisión de Defensa Nacional consideró que el militar judío fue castigado por hechos que se «relacionan directamente con la práctica regular de su religión» y que el proceso del que fue objeto «se convirtió en un proceso de persecución y discriminación religiosa».
El Partido Socialdemócrata (PSD) y el Centro Democrático e Social Partido Porpular (CDS), que juntos forman mayoría, pero que gozan del apoyo de las demás toldas, se comprometieron con elaborar un proyecto de resolución para reintegrar simbólicamente al ejército al militar víctima de antisemitismo.
Hace dos semanas, la Comisión de Asuntos Constitucionales, Derechos, Libertades y Garantías ya había procedido con la rehabilitación moral de Barros Basto, señalando: «él fue separado del ejército debido a un clima general de animosidad contra él motivado por el hecho de ser judío, de no disimularlo, y, por el contrario, ostentar un proselitismo enérgico convirtiendo a judíos portugueses marranos y a sus descendientes».
Esta decisión de la CACDLEG tuvo el aval de la Liga Antidifamatoria de la B’nai B’rith.