De Irán a la India, los judíos alguna vez hablaron su propio idioma. Sus escasos hablantes se hallan a punto de acabar esas líneas lingüísticas
Iris Mansour
Isaac Yousefzadeh está en el año de luto por su madre, que murió hace algunas semanas. Pero, con su muerte sobreviene otra pérdida, mucho más sutil: la de su lengua, el judeokachaní, que está a punto de extinguirse. «Es como si alguien estuviera convaleciente y en cuestión de días o años fuera a morir… Así es», comentó.
Los hablantes de esta lengua trazan sus orígenes a Kachán, una ciudad en el centro de Irán, donde este dialecto se habló durante siglos. Pero, en las últimas décadas, los judíos de la zona se desperdigado: primero han emigrado a Teherán, y luego al resto del mundo, por lo que sus descendientes han adoptado diferentes lenguas. Prácticamente sus únicos hablantes son un puñado de judíos de la generación de Yousefzadeh que nacieron en Kachán, una ciudad que ya no tiene residentes que practiquen la religión hebrea. Ellos representan el fin de esta lengua viva. «Es un idioma que día tras día hay menos y menos gente que la conoce (…) en 20 años, creo que nadie la hablará, porque está muriendo paulatinamente», dijo Yousefzadeh.
El judeokachaní no está solo, pues docenas de comunidades judías de Irán, India y el Cáucaso alguna vez hablaron sus propios idiomas, en los cuales se escribió la vida de estas comunidades, y que al igual que la primera están muriendo.
Aproximadamente cada catorce días desaparece una de las siete mil lenguas del mundo, por lo que los filólogos del mundo están tratando de documentarlas antes de que mueran. Un grupo de investigadores de Brasil, Estados Unidos e Israel están trabajando específicamente con las lenguas judías. Solamente Nueva York es el hogar de al menos siete de las judeolenguas en peligro de extinción, que van desde el juhurí, que alguna vez hablaron los israelitas de las montañas del Cáucaso, a una variante dialectal del judeopersa que se habló en la región de Isfahán. Debido a que los hablantes están envejeciendo, la Alianza pro Lenguas en Peligro (Endangered Language Alliance) de Nueva York ha lanzado un proyecto dedicado a grabar y transcribir estos idiomas que aún se hablan, entre los que se encuentra el judeokachaní.
Yoursefazadeh, que ahora está en sus 60, se sienta a la mesa de la cocina en su casa de Long Island y describe la vida judía –los personajes y las situaciones– que recuerda de Kachán. Se coloca los lentes de leer y empieza a relatar a partir de una lista escrita a mano en persa: «Yehuda Rahamim y sus siete hijos», dice, mientras recorre con el dedo de arriba abajo aquellos nombres: «el rabino Abbol Levy y sus seis hijos; Yehezkel Hayim Meshedi, que tenía seis hijos», y así va contando alrededor de 300 familias judías –más o menos 2.500 judíos– que vivían en Kachán en su época. Esta lista fue creada por dos hombres que también crecieron en Kachán y este registro lo hicieron a partir de los recuerdos de las familias que allí vivieron. Yousefzadeh calcula que apenas el 20 por ciento de los que allí están aún viven.
«Me llegan los recuerdos cuando veo esto», dice mientras se quita los anteojos. «Cómo tomaban el baño, cómo iban a la escuela, cómo iban a comprar una hogaza de pan: eran tiempos difíciles».
Considera que Kachán no era más grande que Great Neck, no muy lejos de donde él vive en Long Island. Había siete sinagogas aglutinadas en un espacio tan pequeño que la gente la llamaba la Pequeña Jerusalén. «Me gustaría decir que las sinagogas estaban de entre un o tres minutos de distancia a pie». Recuerda la Sinagoga Pequeña, otra cerca de la quesera, y otra construida por uno de los tres hermanos que se quedaron sin hijos que también levantaron el cementerio, un baño público y una escuela.
También evoca las vicisitudes. Yousezadeh describe que había cuatro o seis personas viviendo en una habitación, así como las restricciones para comprar comida o para salir en la lluvia. «Debido a que eran judíos y según los musulmanes no eran limpios, no se les permitía tocar la comida».
El historiador David Yeroushalmi, un catedrático de la Alliance Center for Iranian Studies (Centro de Estudios Iraníes), quien se especializa en la historia y el legado cultural de los judíos del país, pinta un panorama complicado de la vida de estos en Kachán. En los siglos XV y XVI, fue el centro más importante para la enseñanza del judaísmo, y los musulmanes tenían fama de ser relativamente tolerantes; pero, la secta chií comenzó a proliferar a partir del siglo XVI, y con esto a desarrollarse una opinión contraria hacia las minorías religiosas, incluida la judía, la cristiana y la zoroástrica. Se conocieron períodos de persecución y conversiones forzosas, pero menos que en otras comunidades judías, dice Yeroushalmi. Aun así, los judíos podían llevar una vida plena y el barrio donde habitaban no estaba del todo segregado. Sin embargo, eran extranjeros y la lengua así lo refleja.
«Antes que nada, los judíos tenían un acento diferente a los musulmanes. Había palabras distintas en el léxico, por lo que la gente se podía percartar si quien hablaba era judío o musulmán», sostiene Yeroushalmi.
Los israelitas desarrollaron sus propios dialectos en cualquier lugar donde vivían, incluyendo Kachán, al mezclar las lenguas locales con palabras hebreas o desarrollando un dialecto totalmente distinto. A lo largo de los siglos, sus palabras y expresiones evolucionaron para reflejar la idiosincrasia de sus hablantes y cuán aislados estaban. Según Habib Borjian, que se especializa en la historia de los dialectos y lenguas iraníes, incluyendo el judeokachaní, los judíos quizás hablaban el dialecto original de la zona. Debieron tener algunos conocimientos del persa, para poder comunicarse con más gente; pero, según explica, la relativa insularidad mantuvo intacto y vivo el judeokachaní, mientras evolucionaba el dialecto que utilizaban los musulmanes.
Kachán ha sido un buen lugar para el mercado. Desde el siglo XVII al XX, fue reconocida por sus trabajos en seda y tejidos. Yeroushalmi explana que a pesar de la existencia de un círculo pequeño de familias ricas, «las masas de los judíos eran de clase baja» que se dedicaban a trabajos manuales. Sin embargo, las nuevas oportunidades económicas que introdujo el nuevo gobierno de Reza Shah Pahlavi a principios de los años 20 acabó con el aislamiento que había mantenido el judeokachaní. La gran mayoría de los judíos se fue a Teherán entre los años 20 y 50 en busca de mejores oportunidades. La familia Yousefzadeh fue una de las que se fueron, cuando él contaba con cinco años.
Es difícil saber con exactitud cuántos hablantes de judeokachaní quedan. Borjian calcula unas cuantas docenas, pero señala que al tratar de contar siempre hay algo que se sale de control. No importa cuántos individuos saben o recuerdan un idioma, pues si los hablantes están dispersos y hay poca oportunidad de hablarlo, «es casi una lengua muerta», dice Borjian. «Si no se habla más, se considera desvanecida, y eso es lo que es exactamente el judeokachaní».
Lejos de su lugar natal y de muchas personas que lo hablan, Yousefzadeh considera que su dominio del idioma se está esfumando. «Cuando uno no practica algo, se le olvida (…) A veces tengo que repetir dos veces una palabra para decirla con el acento adecuado».
Tablet Magazine
Para leer este relato y escuchar un poema en judeokachaní leído por Yousefzadeh vaya a la siguiente dirección:
http://www.tabletmag.com/jewish-life-and-religion/136371/endangered-jewish-languages o siga el siguiente código QR