Vislumbra un buen futuro a pesar de los tiempos difíciles Elías Farache pasó el testigo tras una ardua gestión.
Al cierre de su gestión, el ex presidente de la AIV hace una suerte de memoria y cuenta de lo que recibió y lo que entrega; pero, sobre todo, de lo que le ha dejado estar al servicio de una comunidad a la que no duda en calificar como «la mejor del mundo».
—¿Cuál es la mayor satisfacción que le deja este periodo al frente de la AIV?
—En lo personal, que hice el mejor esfuerzo con cariño y dedicación, y eso es suficiente remuneración. Trabajar para la comunidad es en sí mismo un mérito, porque te gusta, porque tienes vocación y, en mi caso, porque creí que ideológicamente había cosas que plantear y hacer, y eso se
logró. Fue un gusto sentir el cariño de la gente, particularmente la que no está en la dirigencia, con la que compartes en la sinagoga, en las fiestas, Vislumbra un buen futuro a pesar de los tiempos difíciles Elías Farache pasó el testigo tras una ardua gestión. Estar en una junta directiva como voluntario significa, de alguna manera, tener responsabilidad sobre el destino de la comunidad y es un honor al que no todo el mundo tiene acceso por distintas circunstancias.
—¿Cuáles considera que fueron los logros de su gestión?
—Creo que el logro más importante fue que se mantuvo la calidad y la excelencia de los servicios comunitarios en todos los aspectos: en educación, asistencia social, en todo lo relativo a la vida judía, los servicios en seguridad, en representación ante los entes del Estado, el gobierno nacional, porque los actuales dirigentes no construimos la comunidad: simplemente la heredamos y nos tocó administrarla. Por otra parte, en el caso particular de la gestión de mi junta directiva, otro logro que quizás a algunos no les guste —porque es natural que sea incómodo— fue que pusimos sobre la mesa de discusión todos los temas de interés, tanto para la comunidad como para todo el pueblo judío, en el marco del momento histórico del país y del judaísmo a nivel mundial: asimilación, educación judía, conversiones, identidad judía y la relación con Israel. También, cuál era el futuro de la comunidad, de sus miembros y nuestra relación con todos los entes judíos. Aun en medio de todos los problemas por los que estaba pasando el país, que también nos atañen, no hubo ningún tema que no se discutiera. Quizás no siempre se llegó a las conclusiones; pero, sí era una junta muy ideológica.
—¿Qué cosas siente que dejó sin terminar?
—Cuando digo esto, y hago énfasis, soy mal interpretado. Creo que el futuro de nuestro pueblo depende de que la educación judía sea excelente. No sólo es importante el ambiente que debe existir en los colegios, en la comunidad, en el club y en todas las instituciones comunitarias, sino también la formación académica de los jóvenes, la enseñanza del hebreo, de materias judías, de tradiciones, de Historia, entre otras. Y creo que lamentablemente
en esa área específica no se logró lo que hubiera querido. Eso no significa que el colegio y el sistema educativo no sean buenos; al contrario, es uno de los mejores del continente y hasta del país en materias generales. Sin ánimos de desmeritarlo, creo que es mucho lo que se puede lograr y no es atribuible a la falta de esfuerzo de los profesores y voluntarios, ni de los demás profesionales, sino más a la dirigencia, que debe dar las pautas y
velar para que se cumplan. Porque no basta dar instrucciones; también se debe conjugar el esfuerzo financiero y la atmósfera.
—¿Cuál es la situación actual de la kehilá en cuanto al antisemitismo en Venezuela y en el mundo?
—En Venezuela se presenta una situación difícil, porque vivimos en un régimen que políticamente no es afín al Estado de Israel. Nosotros tenemos una relación muy estrecha por distintas razones, sobre todo sentimentales, con Israel, y el simple hecho de que no haya una embajada o una representación diplomática nos coloca en una situación incómoda. Eso, de por sí, es un problema. Por otro lado, la comunidad es tan judía como venezolana. Tenemos un fuerte arraigo a Venezuela porque es nuestro país, porque aquí nacimos y tenemos nuestro modus vivendi, nuestros familiares, nuestras costumbres. Pero, históricamente somos una diáspora judía y las diásporas tienden a sufrir estos ciclos de auge y declive, y por distintas razones éste no es el mejor momento de la comunidad. Estamos en un período de la vida diaspórica que no es el más feliz, que es vivible y del cual se puede salir; pero, no es el más glorioso.
—¿Cuál sería entonces el pronóstico para la kehilá frente a la situación política?
—Como cualquier otro grupo en el país, tiene y seguirá teniendo el respeto del gobierno venezolano y todas las garantías que pueda esperar. La comunidad, por medio de sus dirigentes, los de hoy y los que vienen, velará porque a cada ciudadano judío venezolano se le respeten todos sus derechos. Y estoy seguro de que el gobierno venezolano también lo hará, y aunque la política exterior de Venezuela no depende de la comunidad, si esa política nos afecta, es un derecho protestarla, reclamarla. La dirigencia tiene la responsabilidad de defender la vida judía. Así se ha hecho y así se hará.
—¿Qué significó estar al frente de la institución durante las situaciones difíciles de este año?
—Afortunadamente estuve tranquilo. Aprovechando la oportunidad, me gustaría hacer una observación al respecto: que el dirigente de turno, en representación de la comunidad, y al que le corresponde dar la cara —como en mi caso, circunstancialmente— tiene que pensar en el bien de la comunidad y en que el logro de los objetivos, que son para la comunidad como grupo y para los individuos que lo conforman, no del gusto personal o desde la perspectiva de una posición política que pueda ser para la galería. En tal sentido, nosotros actuamos como una comunidad,
no como un partido, responsablemente, con dignidad, pero sin temeridad. Las acciones y aspectos que nos han molestado del gobierno respecto a la comunidad y con respecto a Israel fueron expresadas en las instancias pertinentes en reuniones con los ministros, en las que hablamos con claridad y respeto, y ellos aceptaron lo que expresamos. Y públicamente, en las ruedas de prensa, fuimos respetuosos y aceptamos la condición de ciudadanos judíos venezolanos. Nunca actuamos a la ligera, sino con plena conciencia de lo que era lo mejor.
—A la salida de su cargo, ¿quiere dejar alguna reflexión?
—Que tenemos la mejor comunidad, una de las mejores del mundo… Por supuesto, para nosotros es la mejor, porque vivimos aquí. Tenemos la suerte que hay voluntarios que se ocupan de la Junta Directiva, que hay renovación, que el equipo de trabajo es excelente, liderado por una persona como David Benzaquén, un hombre de bien que posee experiencia. La comunidad puede confiar en que toda la dirigencia hace los mejores esfuerzos.