ELÍAS FARACHE: LEIBOVITZ ES UN ÍCONO DEL JUDAÍSMO DE NUESTRO DÍAS

Conferencia sobre el traductor, el autor y la obra

ELÍAS FARACHE: LEIBOVITZ ES UN ÍCONO DEL JUDAÍSMO DE NUESTRO DÍAS

En primer lugar debo agradecer al doctor Aquiba Benarroch su confianza al elegirme para presentar este trabajo, producto de un esfuerzo doble de profunda comprensión de los temas tratados y de traducción fidedigna de ideas y conceptos que son desafíos a nuestra capacidad de análisis, como judíos y como hombres de fe. Al leer el libro, se darán cuenta de a qué me refiero.Es un gran honor para mí, y un compromiso mayor aún, ser quien presente esta obra de Yeshayahu Leibovitz, impecablemente traducida por el doctor Aquiba Benarroch.

Yechayahu Leibovitz es un ícono de la sociedad israelí y del judaísmo de nuestros días. Sus reflexiones y posiciones dejaron huella en Israel y en el mundo, por lo retadoras que fueron y siguen siendo. Se puede no estar de acuerdo con algunas de sus posiciones; pero, es imposible no sucumbir ante la claridad de sus planteamientos y la racionalidad de sus disertaciones.

Quienes lean la biografía de él, se encontrarán con muchas posturas críticas a los estamentos de la sociedad israelí y del status quo, pero más allá de eso, se encontrarán con la postura inquebrantable de un hombre de fe, practicante y cumplidor de los preceptos de judaísmo.

Antes de entrar en la obra misma, vale decir que sus posiciones ante los eventos del siglo que le tocó vivir, casi todo el XX, son las del judío que reflexiona sobre las dificultades y situaciones nuevas que se le plantean al judío, a la sociedad judía y al Estado judío… luego de vivir dos mil años sin haber sido independientes. Es quizás por ello que muchas veces fue criticado en Israel. Y cuando se le otorgó el Premio del mismo nombre en 1993, un año antes de morir, decidió no recibirlo para evitar la controversia que se generaría en torno a su adjudicación.

En lo personal, sin que quizás lo sepa el autor de esta traducción, que ya hizo una previa de Leibovitz sobre la Parashá de la Semana, Yechayahu Leibovtiz ha constituido para mí, como lo será con seguridad para quienes lean esta última edición, un refrescante y alentador reto intelectual que nos pone a confrontar permanentemente la fe con la razón, la lógica con el sentimentalismo.

Es por ello, que quizás se cumple eso que el mismo Leibovitz dice varias veces en esta obra: la causalidad es algo que marca nuestro paso por la vida, y aún así tenemos libre albedrío…

«Los fundamentos del judaísmo» recoge una serie de 31 charlas en Radio Israel que dictó Leibovitz durante casi un año, entre 1976 y 1977.

El profesor Leibovitz no quiso hacerlas como conferencias magistrales, por una razón de principios: lo que se dice puede ser rebatido y redefinido con frecuencia, genera más conocimiento y debate. Al ponerlo por escrito, se cierra el tema.

Esto que acabo de decirles, aquello de no poner por escrito lo que se transmite oralmente, no resulta una trivialidad. Constituyó un serio enfrentamiento cuando los sabios se decidieron a recopilar y escribir la Mishnáy la Guemará, para dar forma al Talmudde nuestros días y llegar a la Halajáque rige nuestras vidas de judíos. Ellos sabían que al escribir y codificar, disminuían el debate y la creatividad.

Un alumno de Leibovitz, Benzión Nuriel, transcribió las charlas, grabadas por él de la radio, e hizo posible esta obra. Como tal alumno, Leibovitz tuvo infinidad de seguidores y adeptos, muchos de ellos en Caracas.

«Los fundamentos del judaísmo» son 31 charlas que se basan en un texto muy querido por nosotros, los judíos en general y quienes en particular tenemos la costumbre de leerlo entre el Shabatdespués de Pésajy el de antes de Shavuot: el Pirkei Avot.

A partir de algunos de los enunciados de este texto clásico de nuestra vidas, que ilustran con sencillez una forma de pensar y actuar de un pueblo, Leibovitz desmenuza conceptos y disyuntivas, para demostrar puntos de vista y, mediante una racionalidad impecable, convencer al lector o sembrarle la duda honesta respecto a conceptos y eventos que damos como ciertos o indiscutibles.

Leibovitz fue un judío creyente y observante. Desde la posición de fe y práctica de la religiosidad, retó al estamento religioso… y se llevó varios epítetos desagradables por ello.

Pero, aunque la lógica y la razón retan continuamente a la fe en los escritos de Leibovitz, debo decir que vence la razón sin debilitar a la fe. Por el contrario, la fortalecen al enfrentarla a las dudas que tenemos todos, a las observaciones de las personas simples, que como dice el autor, no por simples dejan de ser inteligentes y punzantes. Las dudas y preguntas que nos hacemos todos… sin que por ello cuestionemos nuestra fe.

En la Parashá que leímos el 5 de noviembre, Lej Lejá, se nos habla del hombre que quizás más fe haya tenido en la historia de la humanidad: Avraham Avinu. Hay que tener fe para haber aceptado todas las órdenes, designios, promesas y contradicciones aparentes que Abraham tuvo en su vida… En el pasuk 7 del Capítulo 15, dice: «Veemín ba Hashem vayeshbea lo tzedaká» (Y creyó Abraham en Di-os y se computó como Justicia).

Así es, simple y certero. La Fe en Di-os es la que hace a los hombres justos… La fe conduce a la justicia, y los justos son hombres de fe.

Maimónides dice que un mandamiento es creer en Di-os. Recuerdo que una hermana de Leibovitz, Nechama, una erudita de las para-shiot, escribió una vez que para creer en Di-os, nuestra fe debe ser íntegra, y de las dudas y preguntas surgirán la verdad y la convicción que han de sustentar la fe, si es que esta necesitara de ello. Porque dudar, preguntar, entender y no entender… son en definitiva actos de fe.

Leibovitz a vuelo rasante

Las 31 charlas de Leibovtiz nos pasean por temas apasionantes y repito, retadores. Presentemos algunos brevemente, como abrebocas para una lectura que, una vez empezada, da lástima terminar.

Leibovitz comienza sus charlas con el tema que quizás lo ha signado en su vida e imagen pública.

El judío debe estudiar Toráporque es un deber del Ser Judío. No es un placer, ni debe ser una fuente de ingresos. Estudiarla y enseñarla es parte del deber de un hombre que se somete al yugo Divino.

Por este tema muy controversial empiezan sus charlas. Porque para Leibovtiz, el judío es un ser que le debe a Di-os el cumplimiento de la Halajá, la Ley. Porque sí. No porque haya razonamientos alrededor de ello, o porque prive algún tipo de recompensa.

Este concepto y esta argumentación se van ampliando y profundizando, a medida que se avanza en las charlas. Y Leibovitz llega a asomar en pocas y concisas palabras lo que fue su impronta de vida y lo que se lee de él en cualquiera de sus biografías: el judío ha de seguir el camino de la Halajá.

Se toca entonces puntos y temas cuya algidez son actuales y precisas. Algunos de estos conflictos son de debate público en la vida judía…. Todos han sido cuestionados por nosotros en algún momento de nuestras vidas cuando hemos tenido la oportunidad de reflexionar al respecto. Cuando lean el libro, entenderán a cabalidad lo que digo.

La discusión del Pirkei Avotacerca de estudiar y tener un trabajo para el sustento, contra la de estudiar y apartarse del mundo, es desmenuzada por el autor. Toma posición por la primera, sin negar los argumentos de la contraparte. Y vamos descubriendo que estamos en presencia de una discusión ancestral, con un aspecto muy importante que no se nos escapa: que como judíos que tienen un Estado propio, la discusión cobra vigencia y retoma aristas que estuvieron ausentes por siglos.

El tema del poder político en contraposición del poder religioso es algo que se toca con la sutileza y agudeza de quien ha meditado y sabe del tema. Y sí, al igual que otros pueblos posteriormente, Leibovitz nos termina informando de que quizás fuimos de entre los primeros en entender y aceptar la triste noción que el poder político, corruptor y corrompido, es un mal necesario para evitar la anarquía, anarquía propia de la naturaleza humana, porque los hombres sin ley ni autoridad, sin temor al castigo… no pueden convivir.

Nos recuerda el autor que Shmuelse oponía a que hubiera un rey para Israel, y esa posición, aceptada en teoría, hubo de disiparse en función del pragmatismo necesario para la vida en comunidad, en Estado. ¡Ah, pero el poder no es un valor en sí mismo; una especie de mal necesario que regula nuestras vidas, pero debe ser controlado!

En tema que apasiona, y que requiere de mucha atención es el de la oración. Tocándolo, Leibovitz se atreve a presentar con apego al mismo su posición respecto a la relación del hombre judío con Di-os. Él es Omnipresente y supervisa a cada uno de nosotros. Pero, la oración –la tefilá– que decimos diariamente tres veces, y la de las festividades especiales no son personales. ¡Es la misma para todos! La oración y la tefiláconstituyen una actividad de acercamiento al Creador; pero. las peticiones que hacemos y los reconocimientos, son estándares. ¿Qué pasa?

Bueno, que la oración, como otros preceptos de la Halajá, es parte del grupo de actividades que los judíos debemos ejecutar en el curso de nuestra vida. Es parte del yugo al cual nos sometemos, de nuestra aceptación del Creador y muestra de nuestra fe.

Aquí vamos entrando ya en algo que pareciera comprometer nuestra fe: ToráLishmáo Lo Lishmá. El estudio de la Torá, la aceptación de las mitzvot, del yugo DIVINO, por sí mismo o no por sí mismo, vale decir, a la espera de recompensa.

Leibovitz es tajante en esto. La aceptación de la Toráy sus implicaciones ha de hacerse Lishmá, por sí misma, sin espera de recompensas ni favores. Someterse a la Halajá, estudiando, rezando, cumpliendo las mitzvotes una forma de vida y de reconocimiento del Creador. No hay recompensa por ello… No se debe esperar recompensa en el estadio más elevado de fe.

Pero, no nos decepcionemos. Leibovitz explica con claridad que someterse al yugo de la Toráy sus preceptos con la esperanza de una recompensa es humano, y que no por hacerlo así, con esa motivación, quedan las acciones desmerecidas. Kol she lo lishmá, ba lishma…Esto, además de darnos una luz a los hombres simples, nos reconforta, pues sabemos que Di-os no exige de nosotros perfección, sin motivación y acción. Fe, Fe en definitiva.

El objetivo del estudio de la Toráes alejarse de los asuntos mundanos, pero no por apartarse de ellos debe descuidarse los mismos de forma que se envilezca el estudio de la Toráy la realización de los preceptos. El asunto primordial que la recompensa en sí de una mitzváes otra mitzvá, y la de una averáotra averá, de un cumplir un precepto cumplir otro, y de una mala acción realizar otra… nos lleva a la conclusión de que apegarse a la Torállevaría a una elevación tal que harían irrelevantes y banales muchas de las cosas que, por ignorancia e indisciplina, nos parecen hoy importantes.

El hombre de fe, que tiene un comportamiento de acuerdo a la Halajá, quizás tiene como recompensa que el estudio, su forma de pensar y actuar, lo asilan de razonamientos y dudas que ya le parecen banales, insensatas… nada importantes.

El tema del libre albedrío

En mi humilde criterio, el tema más apasionante que toca Leibovitz es el del libre albedrío y el destino. Si Di-os sabe todo, si sabe de las acciones de cada uno de nosotros, no importa lo que hagamos… nuestra elección no es libre, nuestros actos están ya pautados.

Leibovitz insiste en que rabí Akiva y el judaísmo presentan el problema y no nos dan la solución a esta paradoja que nos revienta los sesos cada vez que pensamos en ello. Si Di-os sabe todo y puede todo, nos ha podido dar libre albedrío. Pero, entonces, haremos cosas que ÉL no puede saber de antemano…. ¿Entonces no es OMNIPOTENTE y está sometido a las limitaciones del tiempo cronológico? Esta paradoja universal es clave en el pensamiento judío.

Por cierto, acabo de cometer un error, al generalizar «el judaísmo». No existe en el judaísmo tal cosa como «el judaísmo dice» o «el judaísmo proclama». Existen textos precisos, la Halajáy todo lo que no se haya dictaminado sigue sujeto a la discusión. Por cierto, que cada uno de los temas que presenta en las charlas vienen con sus contrapartes y argumentaciones, una bendición para deleitarnos con razonamientos inteligentes y opuestos…

No quiero escaparme del tema del libre albedrío y el destino. Me cuesta entenderlo y no creo captarlo en su justa dimensión. Como cualquiera de nosotros, cuando lo meditamos mucho, nos agobia. Y he allí la respuesta quizás: Di-os, Bendito sea, es una dimensión distinta y superior. Nosotros no podemos entender que exista libre albedrío y, sin embargo, que Di-os sí sepa que ha de pasar. Nuestra capacidad de razonamiento no puede llegar a eso, sin que por ello deje de ser cierto. La atribución que tenemos de conocimiento humano no es la que podemos aplicar a Di-os.

Por ello, por esto, me llamó la atención el versículo de la parasháque mencioné hace unos momentos sobre Abraham: «Veemín ba Hashem vayajshbea lo tzedaká», (Y creyó Abraham en Di-os y se computó como Justicia).

Leibovitz y los hombres de fe creen en Di-os aun cuando no puedan comprender todo, y ojalá tengamos todos este zejut…

He tratado de tocar superficialmente algunos de los temas del libro. Su lectura es apasionante por el enfrentamiento de ideas que conlleva, por retarnos a pensar y a aclararnos, a sincerarnos en algunas posiciones que tenemos para con nosotros mismos.

Al final de las charlas se toca un tema que me reconfortó: «Según la pena, el salario». Según el esfuerzo, la recompensa.

En la lectura de este libro, de estas reflexiones y temas, según el esfuerzo que uno hace en entender, rebatir argumentos, ilustrarse y aplicarse, más contento queda con el resultado. Leerlo, pensarlo y releerlo resulta una actividad refrescante, que a veces atormenta por la búsqueda de respuestas, pero que satisface por resulta en un esclarecimiento de nuestras posiciones de vida.

Leibovitz no se fue nunca por el camino fácil. Dice las cosas como las piensa, a veces siendo desagradables o chocantes, pero inteligentes. Asimiladas sus afirmaciones, aceptémoslas o no, siempre salimos ilustrados, enriquecidos.

En un mundo judío muy polarizado entre ultraortodoxos y liberales, entre corrientes como la misma ortodoxa, la conservadora y la reformista, la obra de Leibovitz, apegada a la ortodoxia y a el razonamiento de Maimónides, resulta de una frescura y remozamiento casi imprescindibles.

Tengo la seguridad de que la traducción de la obra representó algo mucho más intenso que pasar palabras y oraciones de un idioma a otro. Ha debido significar un esfuerzo intelectual de comprensión y de entendimiento, de búsqueda y de investigación. La facilidad con la cual se lee el libro, la rápida comprensión de ideas y razonamientos elaborados, de citas por doquier, de términos que se hacen familiares, pero que no necesariamente lo son, son producto de un trabajo concienzudo y delicado.

El doctor Aquiba Benarroch es un intelectual de muchos quilates. Ávido lector y un pensador nato de los temas que preocupan a los judíos y a las personas de bien. Nos sorprende la facilidad con la cual se puede leer un libro como «Los fundamentos del judaísmo», lo que dice mucho de su capacidad traductora, pero más aún del profundo conocimiento que tiene de los temas que se tocan y del tiempo que ha dedicado a reflexionar sobre los mismos.

Por ello, me siento halagado, agradecido y apenado de haber sido seleccionado para presentar la obra. Muchas gracias. Y que Di-os le dé salud y vida larga, vitalidad para seguir en esto. Esto de escribir, de enseñar y de ser un faro para quienes necesitamos de la luz que da la experiencia, la bonhomía y la rectitud de su persona. Le pido, públicamente, que tome sus célebres «Notas de mi block» y otros tantos artículos y nos regale un compendio, un libro con esos escritos. Es una cronología de la cual sería lamentable prescindir.

Gracias al doctor Aquiba Benarroch por darme este honor, al Centro de Estudios Sefardíes de Caracas, y por supuesto, a mi querida Asociación Israelita de Venezuela a la que es un honor prestarle servicios y tratar de calzar en los zapatos de quienes alguna vez la dirigieron…. Entre ellos nuestro querido doctor Aquiba Benarroch.

Por cierto, y para cerrar, resulta gratificante que el Pirkei Avot, Maimónides y Leibovitz coincidan en que se premia el esfuerzo. El resultado también; pero, el esfuerzo primero. Espero que aprecien si no el resultado de estas palabras, el esfuerzo hecho en presentárselas…

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