Azriel Bibliowicz
En las primeras décadas del siglo XIX, Curazao padeció los efectos de una grave depresión económica, acompañada de sequías y una epidemia de viruela, muchas familias judías sefarditas emigraron hacia otras islas del Caribe y a Suramérica; algunos partieron hacia Coro en Venezuela y otros llegaron a Barranquilla, un puerto sobre el río Magdalena al pie de la costa caribe de Colombia.
Es importante señalar que el desarrollo y la importancia de Barranquilla están directamente ligados y se debe fundamentalmente a las diversas inmigraciones que encontraron albergue en esta ciudad durante el siglo XIX
Al final de la Colonia, Barranquilla era una aldea poblada por humildes pescadores, artesanos y agricultores. En 1775 B fue incorporada como corregimiento de la Provincia
de Cartagena, solo se transformó en villa el 7 de abril de 1813.
En 1823, el Libertador, Simón Bolívar, le entrega al judío alemán Juan Bernardo Elbers la primera concesión para navegar en barcos de vapor por el río Magdalena, luego algunos correligionarios siguieron sus pasos y formaron compañías de transporte fluvial.
En 1835 Barranquilla contaba 5.359 habitantes y comenzó a transformarse en un puerto importante en la región. En 1844 se establece un cementerio judío en Santa Marta y en 1850, se consolida una pequeña, pero signifi cativa, comunidad sefardita en Barranquilla. Poco a poco, esta comienza a superar la población de Santa Marta, aun cuando el puerto principal de la costa atlántica continúa siendo Cartagena.
No sabemos mucho sobre las actividades de los primeros sefarditas en Santa Marta, Riohacha o Barranquilla; pero, es claro que varias firmas de sefarditas, como fueron los Salas, los Sénior y los Correa, le pidieron permiso al gobierno nacional para importar mercancías por el puerto de Sabanilla. Así, el comercio, las importaciones y exportaciones que se van a efectuar a partir de dicho puerto van a marcar un auge que impulsó el desarrollo de Barranquilla.
Según el interesante e importante libro de Adelaida Sourdis Nájera, titulado:
El registro oculto: los sefardíes del Caribe en la formación de la nación colombiana 1813-1886, va a ser en la casa de Abraham Isaac Sénior, donde se van a reunir los judíos sefarditas de la ciudad en minyán para rezar y leer el Pentateuco. En dicho período el rabino de la comunidad es don Moisés De Sola. Según los testimonios de Rodolfo Cortizzos, la comunidad se reunía todos los sábados y se celebraban las fechas de año nuevo y el día del perdón. Y en 1867 se establece un comité local de la Alliance Israelite Universelle.
Para 1871, Barranquilla cuenta con 11.595 habitantes y es el puerto más importante de la región superando a Cartagena que en ese momento contaba con 8.603 habitantes y a Santa Marta con 5.702 almas.
El papel que vino a desempeñar la comunidad judía sefardita en el desarrollo de la ciudad también fue documentado en el cuidadoso estudio Árabes y judíos en el desarrollo del Caribe colombiano, 1850-1950 realizado por Louise Fawcett y Eduardo Posada Carbó. Es claro que la llegada de inmigrantes judíos de origen sefardita, siriolibaneses, alemanes, entre otros, transformó a ciudad y la convirtieron en la urbe más cosmopolita de país. Entre el grupo de familias sefardíes se destacan los apellidos Sénior, Salas, Álvarez-Correa, Cortizzos, De Sola, López-Penha, Sourdis, Juliao, Salzedo y Heilbron, por mencionar algunos.
El rápido crecimiento y el desarrollo económico se explica en parte por la favorable ubicación de la ciudad; pero, también debido a que se generó una sociedad atractiva, libre de barreras sociales, donde estos grupos de inmigrantes encontraron la posibilidad de interactuar sin problemas ni dificultades porque no enfrentaron las convenciones que hicieron a Medellín y a Bogotá ciudades difíciles y cerradas. Barranquilla, como ciudad nueva, pujante, abierta a múltiples costumbres, más generosa que las ciudades tradicionales, tenía que transformarse en la urbe de mayor crecimiento con un 38 por ciento, algo hasta ese momento nunca visto en la historia demográfica del país.
Faucett y Posada Carbó señalan que la elección de David Pereira como gobernador de la provincia de Barranquilla en 1854 era ya un indicativo de la integración alcanzada por la comunidad judía durante la segunda mitad del siglo XIX. Por ello, la historia de este grupo de inmigrantes está íntimamente ligada a la transformación de la ciudad que llegará a ser el puerto más importante del país. (…)
Abraham Zacarías López-Penha
El mundo cultural y las artes no les fueron ajenos a estos judíos sefardíes. La obra literaria de Abraham Zacarías López-Penha, quien nació en Curazao en 1865 y vivió en Barranquilla desde muy joven, representa una bocanada de aire fresco para la época y, aun cuando se pierde en las brumas literarias del país, merece ser redescubierta y reconocida como una de las obras que inaugura una época y una nueva tendencia en la literatura del país. En el estudio titulado Historia de la poesía colombiana, se le reconoce el mérito de ser el primer escritor que estableció contacto con los modernistas franceses. En su publicación Flores y Perlas, un quincenario, tradujo por primera vez a Mallarmé, Baudelaire y Rimbaud. Mantenía correspondencia con Rubén Darío y con Max Nordau, entre otros.
Fue amigo del poeta modernista colombiano Luis Carlos López. Y con «el tuerto» López y Manuel Cervera publicaron una antología de poemas titulada Varios á varios. Su poemario Cromos fue prologado por Nicanor Bolet Peraza y editado por la Biblioteca Azul de París en 1895. Dos años después publica su primera novela Camila Sánchez y en 1898 otro volumen de versos con el título Reflorecencias
En una nación gobernada en aquellos días por conservadores, que se consagraba todos los años al Sagrado Corazón de Jesús, las composiciones de López-Penha fueron un desafío por su tono escéptico y agnóstico. La irreverencia del poeta sefardí impidió que las páginas literarias de los diarios capitalinos lo reconocieran. Alfredo de la Espriella, en una conferencia que le dictó a la comunidad judía con motivo de los 500 años del Descubrimiento de América y expulsión de los judíos de España, explicó: «No comulgaba con el laurel fachendoso de los poetas bogotanos, o su poesía patriótica o los juegos florales que tanto caracterizaron la producción literaria de su época».
David López Penha, su hermano, era el dueño de un café llamado La Estrella (tenía grabada en la puerta la estrella de David). Ahí, Abraham Zacarías se deleitó en la lectura de los modernistas. Y por cierto fue uno de sus precursores, como bien lo indican Dino Manco Bermúdez y Paulina Santander Guerra en su tesis sobre el poeta. También los López Penha, entre sus múltiples negocios,tuvieron a bien establecer el primer el cinematógrafo de la ciudad y fueron dueños de librerías prestigiosas.
El poeta Clímaco Soto Borda, refiriéndose a la actividad periodística y divulgadora de López-Penha, solicitó que: «se estableciera un cordón sanitario en redondo de nuestra Atenas. La pretenciosa denominación con que se tildaba y todavía se tilda a Bogotá para que librase a nuestros bardos de aquel terrible contagio». ¿Cuál era el temor de Soto Borda? ¿Sería que intuía que López-Penha y los modernistas, el cine y las nuevas artes marchitarían el romanticismo floral de los poetas de la Gruta Simbólica?
A pesar de la polémica que despertó en su momento López-Penha, hoy ha caído en total olvido. Siempre me ha extrañado que Colombia, un país de poetas, tan atento a cualquier vate, se descuide y desconozca la obra de López-Penha con tanta pasión. Es inexplicable el olvido al que someten a este poeta sefardí enterrándolo en las bóvedas de la historia literaria colombiana. Me atrevo a pensar que se debe al desconocimiento de sus escritos. Pero, sorprende y resulta sospechoso el desdén y amnesia del mundo poético por sus obras. Tal vez por ello sea apropiado recordar uno de sus versos que dice:
«En un rincón de la casa / la araña teje que
teje, / y el sol alumbra que alumbra, / y el hombre miente que miente»
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