Por Elías Barrocas Levy, Especial para Maguén – Escudo
Hasta la Edad Moderna la actividad artística de los judíos estaba restringida a la decoración de las sinagogas y al embellecimiento de los objetos utilizados en los rituales de la celebración del shabat y de las festividades religiosas de las comunidades o dentro del ámbito familiar. Entre los elementos artísticos más resaltantes y que datan desde la Edad Media, se encuentran las hagadot de Pésaj, las meguilot de Purim y de Sucot y las ketubot matrimoniales.
Los primeros elementos manuscritos ilustrados de arte judío aparecen principalmente en Alemania y más tarde en la península Ibérica e Italia. Entre las obras más representativas se encuentran las hagadot (plural en hebreo de hagadá, o relato), que es el texto prescrito para ser utilizado en la ceremonia de la celebración de la Pascua, más conocido como «séder» (orden), y que es lo que se narra durante las dos primeras noches de la festividad que rememora anualmente la liberación de los hijos de Israel de la esclavitud y el Éxodo de Egipto.
La hagadá (de la raiz hebrea hgd que significa «narración») consta de porciones bíblicas y de los Salmos que datan del siglo V a.n.e. y tomó su forma final en la época de los «tanaím » o escribanos, que redactaron la Mishná entre los siglos II y III d.n.e.
Las primeras obras ilustradas presentan la particularidad de figuras humanas; pero, con la particularidad de rostros en forma de animales, principalmente de aves. Posteriormente la relajación del temor a incurrir en idolatría en la representación de rostros humanos, basados en el segundo mandamiento, favoreció la iluminación (ilustración) de los textos religiosos a partir de los siglos XI y XII.
Producidas en forma de manuscritos, generalmente por encargo de familias ricas; las hagadot ilustradas fueron obras de artistas anónimos y de escribas que incluían en ellas pinturas e ilustraciones de diversas escenas inspiradas en la Biblia; en este caso (la de Sarajevo) posee 34 páginas de ilustraciones que van desde la Creación hasta la muerte de Moisés. Fue confeccionada para caber en la palma de una mano, de modo que es una miniatura, y consta de un total de 109 páginas con las mencionadas ilustraciones finamente acabadas en oro, cobre y vivos colores como el rojo y el azul, al estilo gótico italiano, predominante en Cataluña en el período de su confección.
La de Sarai de Bosnia
De todas las hagadot que han llegado hasta nuestros días, la más original y que excede en belleza y valor artístico, es la «hagadá de Sarajevo », que toma ese nombre debido a que se conserva en el Museo Nacional de la capital de Bosnia-Herzegovina. Escrita y pintada sobrepergamino blanqueado que proveniente de una oveja típica aragonesa extinta en el siglo XV (2); se calcula que fue una obra realizada alrededor del año 1350 en el antiguo Reino de Aragón, específicamente en Cataluña, quizás en la ciudad de Tarragona o en Barcelona. Los académicos concuerdan en que la obra fue hecha ya casi finalizando el llamado período de la «Convivencia», cuando cristianos, musulmanes y judíos vivían en relativa paz y tolerancia.
La Hagadá contiene entre sus 142 páginas un emblema en forma de escudo que se piensa que era de Barcelona; a la vez que ella se encuentran otros dos emblemas, uno en forma de rosa y el otro en forma de ala, por lo que se ha especulado que fue encargada comoun regalo de boda para las familias Shoshán («rosa» en hebreo), y Eleazar («ala» en hebreo), dos familias prominentes y ricas de Barcelona.
[Pienso en la posibilidad de que ese haya sido el nombre del «sofer» o escriba que realizó la obra]. En la región catalana existió una de las mejores escuelas de ilustradores, qua alcanzaron a realizar obras con un estilo depurado tales como la «Biblia de Cervera», la «Hagadá de Auren», la «Hagadá de Barcelona», la «Hagadá Kaufmann» y la que hoy comentamos.
Se presume que la hagadá pudo haber salido de la península Ibérica durante los pogromos que se sucedieron en todos los reinos españoles que se iniciaron en Sevilla a partir de 1391 y continuaron a lo largo del siglo XV, o probablemente, en el mismo 1492 tras la promulgación del «Decreto del Alhambra o de Expulsión».
Desconocemos la trayectoria del libro durante todo el siglo XVI, hasta que reaparece en la ciudad de Venecia en 1609, que es donde y cuando se estampa en el mismo el sello de autorización del «Santo Oficio de la Inquisición », que contiene la firma del inquisidor Giovanni Domenico Vistorini, quien en definitiva salvó al libro de las llamas de la censura de la Iglesia Católica.
De Italia, la hagadá pasó a Dubrovnic y finalmente a Sarajevo cuando esta formaba parte del Imperio Otomano (la comunidad sefaradí fue creada por exiliados en 1566).
Nuevamente la hagadá vivió un período de «Convivencia», esta vez bajo el tolerante sistema de los turcos hacia las minorías. En 1894 el libro fue vendido por Josef Cohén al Museo de Bosnia por la cantidad de 15 florintos (su valor actual alcanza un estimado de 7 millones de dólares). El Museo envió el libro a Viena para su restauración y estudio.
Durante la Segunda Guerra Mundial los nazis ocuparon la ciudad de Sarajevo en abril de 1941.Durante la guerra, 12 mil de los 15 mil judíos de la comunidad bosniaca fueron asesinados. Bajo la ocupación, el general alemán Johann Hans Fortner se presentó ante el director del Museo, el curador Jozo Patricevic y le pidió la entrega de la Hagadá.
Para asombro del general este le informó que la misma había sido entregada anteriormente a un coronel que había ordenado su decomiso. Lo cierto fue que el profesor Devis Korkut, un bibliotecario musulmán en un acuerdo con el director, la había sacado del Museo y llevado a una montaña en las afueras de la ciudad y la escondió entre los libros sagrados de una mezquita, un lugar donde los nazis jamás pensarían encontrar un libro judío. La Hagadá fue devuelta al Museo donde permaneció durante los años del gobierno del mariscal Tito.
Entre 1992 y 1995 una nueva guerra en los Balcanes enfrentó a bosnios y serbios, durante la cual el Museo Nacional de Sarajevo estuvo bajo el constante fuego de los serbios. Esta vez fue también musulmán, el profesor Enver Imamovic, quien a riesgo de su vida bajo el intenso fuego serbio, sacó la Hagadá del Museo y la guardó en la caja acorazada del Banco Nacional de Sarajevo. En la conmemoración de la Pascua de 1995, fue nuevamente presentada al Museo y a la comunidad judía de la ciudad.
Con los auspicios de la ONU y de la comunidad de Bosnia-Herzegovina, la Hagadá fue restaurada a un costo de $120 mil dólares y fue colocada en exhibición en una habitación especial con temperatura y humedad controladas, junto a otros documentos valiosos del Islam, el cristianismo ortodoxo y del catolicismo romano.
Sin lugar a dudas, la «Hagadá de Sarai de Bosnia», como la llamaban los sefardíes, es uno de los tesoros del legado artístico, cultural y espiritual del judaísmo en general y de los sefardíes en particular. Ella sufrió los embates de la expulsión, la Inquisición, el Holocausto y las guerras, pero logró sobrevivir hasta nuestros días.
Geraldine Brooksha ha escrito una novela de ficción histórica, en inglés, acerca de esta Hagadá titulada People of the Book, teniendo como tema central la historia del libro.