RECORDANDO AL RABINO OVADIA YOSEF, zatzal, paz en su santa memoria

Rabino Iona Blickstein

Especial para Maguén – Escudo
Recuerdo el día como hoy, lunes 3 el mes de MarJeshván, 6 de octubre de 2013, el celular sonó alrededor de las 5 a.m, me apresté a prepararme para el rezo de Shajarit, el rezo matinal. Después de vestirme, tomé mi libro de oraciones para recitar las bendiciones previas al rezo, como todavía tenía unos minutos para ir a la sinagoga, que está a unos 50 o 70 metros de mi casa, encendí la computadora, busqué las noticias de Israel, y lo primero que escuché fue que el gran rabino, maestro de maestros, rabí Ovadia Yosef había fallecido. Desde hace unas semanas todo Israel, religiosos y laicos, askenazíes y sefaradíes, políticos, medios de publicación, radio y televisión oraban, sí, oraban juntos por la salud de este gran erudito, para que este hombre, luz de la Torá se repusiera, saliera de su enfermedad y volviera a dirigir a escribir y dar sus fallos halájicos al pueblo de Israel; pero, resultó que HaShem, nuestro Di-os, lo tomó y lo llevó a las alturas.
A los 93 años falleció. Más de un millón de personas lo acompañaron a su último recinto: el cementerio de Sanhedria. Sus restos descansan al lado de los de su señora, la rabanit Margalit. Cincuenta y cuatro libros escribió, los cuales son estudiados por los eruditos y por los alumnos de las yeshivot.
Nació en Bagdad, Irak, en el año 5621, del calendario hebreo, 1920 del calendario gregoriano. Fue llamado Ovadia en honor del gran rabino de Bagdad, rabí Avdala Somej; y Yosef en nombre del gran rabino Yosef Jaym, autor de la obra Ben Ish Jay . A los siete años viajó a vivir a Jerusalén con sus progenitores. Su padre, Yaakov, abrió un almacén, mientras que su hijo entró a estudiar al Talmud Torá Benei Tzion. Desde su temprana juventud sobresalió por su apego y amor al estudio de la Torá. A la edad de nueve años escribió su primer libro, que imprimió como anexo al Reshit Joj-má. Amigos todos, de una familia de escasos recursos salió un luminaria de la Torá. Personalmente, creo que el pueblo judio perdió un gran maestro, juez y defensor de Israel. Que Di-os lo tenga en su Santa Gloria, amén.

Un origen humilde
No puedo dejar de pensar sobre la luz de la generación, el rabino Ovadia Yosef, paz en su sagrada memoria, un millón de personas, de todas las clases sociales, religiosos, ultraortodoxos, laicos soldados con permiso, jóvenes, en fin, una gran representación del pueblo de Israel. Levantaron una gran carpa al lado de la casa de la familia Yosef donde los enlutados recibieron a los miles que vinieron a dar su consuelo a los hijos del sabio rabí, los visitaron el primer ministro de Israel, Binyamín Netaniahu; el presidente de Israel, Shimón Peres; ministros, oficiales del ejército israelí, rabinos y pueblo, ese pueblo que admiraba a su rabino, que escuchaba sus lecturas y leía sus libros, 54 libros escribió. ¿Sabían ustedes que el gran rabino recibió un premio literario por su trabajo y sus investigaciones halájicas?
A los doce años (1933) entró a estudiar en la yeshivá de Porat Yosef, la más importante academia rabínica sefardí de su tiempo, donde se sumergió en el estudio de Torá. El director de la yeshivá envió a rabí Ovadia a dar clases en la sinagoga de los inmigrantes de Persia en la urbanización Beit Israel, con tan solo diecisiete años de edad. La clase se trataba de halajá (legislación). Para eso se sirvió del libro Ben Ish Jai. A la edad de veinte años recibió el título de rabino y dayán (juez), de manos del Ri-shón Letzión de Israel, rabí Bentzión Meír Jay Uziel. Entre los años 1947-1949 fungió como dayán, juez, en el tribunal de la congregación Sefardí de Jerusalén. En estos años llegó a sus concusiones en el terreno halájico y comenzó a escribir las responsa de rabinos sefarditas de Israel y del mundo entero como también de los askenazíes de Jerusalén. En el año 1944 se casó con Margalit, la hija de rabí Abraham Petal, oriundo de la comunidad de Alepo.
En 1947 Ovadia Yosef, paz en su memoria, por pedido del rabino Uziel, viajó a Egipto para fungir como jefe del tribunal rabínico. Allí encontró una comunidad no muy observante, situación que también notó en la dirigencia. El rabino Aharón Chueque, su coordinador en asuntos rabínicos, lo nombró Rosh Yeshivá en su academia Ahavá veAjvá. Juntos se ocuparon de la kashrut, lo que trajo discusiones y desavenencias con los miembros de la junta y otros rabinos. Por estos y otros motivos se retiró y volvió a Éretz Israel en el verano de 1950.
En los años 1958 – 1965, sirvió como juez en el Tribunal Zonal de Jerusalén, y en 1968 fue elegido como rabino principal de la ciudad de Tel Aviv. En el año 1972 resultó seleccionado como gran rabino y Rishón LeTzion del Estado de Israel .El parlamento de ese país fijó que el mandato de los grandes rabinos de Israel sería por un plazo de diez años, por lo que al fin de estos rabí Ovadia tuvo que finalizar sus servicios, y pasó a ser Juez en el Gran Tribunal Rabínico hasta 1986.
El rabino Yosef, paz en su memoria, comenzó a comprender la importancia de la actividad política que podría ayudarlo a difundir el judaísmo por todo el país. En el año 1984 se formó el partido Shas y paralelamente fue nombrado como presidente del Consejo de los Sabios de la Torá, la institución que hasta hoy día es la «directiva espiritual» del movimiento político del partido Shas. En 1987 tras una decisión del Consejo se fundó el movimiento El Hamaayán, (hacia las fuentes), que tenía como finalidad atraer a los judíos que habitan en la periferia de las grandes ciudades y de todo el país a la espiritualidad y a la tradición, y ayudarlos también en sus problemas económicos.
En el año 1994 falleció su esposa, la rabanit Margalit z”l, sobre ella se expresó Ovadia: «Nunca hubiese llegado a nada sin su apoyo».
Un entierro multitudinario
Ante mis ojos aparecen en la televisión israelí la gente llorando a su maestro, su guía y mentor, jóvenes, niños, hombres casados cargando a sus hijos llorando con toda su fuerza y dolor, por la pérdida de un gran hombre, que tenía en su corazón a todo su pueblo, sin excepciones.
La televisión israelí y los otros medios comunicación dieron su espacio para cubrir todo lo referente al anciano rabí. Quedaron grabados en mi mente los retratos vivos de la gente que con gran paciencia esperaban su turno para poder entrar a la carpa y dar su sentido pésame a los enlutados, sentí el dolor en sus corazones, los versículos de Tehilim en sus bocas, la gran pena reflejada en sus rostros por la pérdida del Grande de su generación, rabí Ovadia Yosef, zazal, hombre de gran corazón preocupado por el pueblo de Israel.
Hace unas semanas, sufriendo sus insoportables dolores, nos pedía: «Recen por mí, recen por mí». Nos cuenta su ayudante por más de 20 años, el rabino Tzvi Jakak: «El lunes al mediodía vino a visitarlo el presidente de Israel, Shimón Peres, tomó la mano del rabino entre las suyas y dijo que sintió el calor de él. Cuando terminó su visita, el rav Ovadia entró en un profundo sopor, alrededor de las 2 de la tarde abrió sus ojos y dijo sus últimas palabras: “Señor del Mundo, no tengo más fuerzas para sufrir, no tengo fuerza para los dolores», y entregó su alma al Creador».
El rabino Eliahu Shitrit, su jevruta, su compañero de estudios durante los últimos veinte años, pasó con él miles de horas de estudio, y con lágrimas en los ojos dijo: «Sentimos que teníamos una muralla alrededor nuestro, ayer se desmoronó». Le preguntaron usted estuvo mucho tiempo con el Rav, regálenos una anécdota, la que usted recordará toda la vida, y contestó: «Tengo muchas en mi corazón, ahora me recuerdo una: hace unos cuantos años le contaron que en el balcón de la casa había un nido de palomas y le pidieron que cumpla el precepto de Shilúaj Hakén, de alejar a la paloma del nido. El rabino fue y cumplió con el precepto: tomó la paloma y la dejó ir; “Ahora –dijo– su ángel trabajará para ella”. La paloma volvió y el rabino estaba todavía en el lugar, entonces le dijo, como si se estuviera excusando: “Perdón, la Torá me ordenó hacer esto”».

Un gran dayán
Fíjense en el comportamiento del Rabí. ¿Qué clase de persona perdimos? ¿Era un hombre? No, es un ángel.
Muchas cosas eran prohibidas por la halajá por falta de conocimiento. Cuando hay dudas en la legislación judía da miedo decir a alguien que algo que se conocía como prohibido ahora está permitido, por eso, ante la duda, es mejor que quede tal cual, y esa fue la razón que los rabinos tendían a vedar ciertas cosas.
El rabino Ovadia Yosef permitió tantas cosas que eran prohibidas, resolviendo y dando respuestas en las grandes discusiones muchas de las dudas que plantea la halajá fueron aclaradas por este sabio, que tomó la responsabilidad que requería y así ayudó a muchos judíos para no caer en la tristeza y pena.
Uno de los asuntos más conocidos es el de las mujeres agunot. Cuando el esposo de una mujer desaparece, especialmente en las guerras, sin dejar huellas y no se sabe de su suerte, la mujer no podía contraer nupcias nuevamente aun después de muchos años, porque puede ser que su esposo regresara. Si se casaba se considerada todavía mujer del desaparecido y al unirse con otro ella iba a ser considerada infiel al desaparecido y sus hijos serán declarados mamzerim, (bastardos), Di-os no quiera.
Solo en los casos que la halajá, la Ley, fija que su esposo murió, el Tribunal puede, después de investigaciones muy complicadas, permitir a las agunot casarse nuevamente. Muy pocos son los rabinos que estaban dispuestos a tomar esa responsabilidad sobre sus hombros y permitir a esas mujeres contraer nupcias nuevamente por la posibilidad de que el esposo se apareciese un día, entonces se vería como si este rabino hizo que una mujer casada se prostituyera y trajera bastardos al mundo. El rabino Ovadia, paz en su santa memoria, no temió y se dedicó día y noche para encontrar pruebas en la Ley, para todos los casos de mujeres «ancladas» que vinieron a pedir su ayuda, a pesar de todas las dificultades y de todas las autoridades rabínicas que no estuvieron de acuerdo con él. Él liberó a cientos de mujeres, para que pudieran casarse nuevamente. Ningún esposo volvió, prueba que sus fallos fueron ciertos.
Más que todo el Rabino era un hombre de libros, en los que publicó sus fallos halajicos, y hoy se encuentran casi en cada casa judía en todo el mundo. Entre ellos, Yavia Ómer, Jazón Ovadia, Atéret Zahav, Ima shel Maljut, Yejavé Daat, Liviat Jen, Taharat HaBait, Maor Israel, Halijot Olam y Anaf Etz Avot.
Un millón de personas acompañaron al Rishón Letzion en su entierro: gente de todos los sectores ultraortodoxos, religiosos nacionalistas, tradicionalistas, también laicos, que al ver la cantidad de personas se preguntaban de dónde había salido tanta gente. Un periodista atónito aseveró: «Nunca me dijeron que había tanta gente que no veía los programas de la televisión, gracias a Di-os que ahora sí sé que en el Estado de Israel hay mucha gente que respeta a la Torá y a sus rabinos».
El ser humano viene a este mundo para cumplir su misión y llegar al mundo de la eternidad. Estoy seguro de que el rabino Ovadia llegó a alturas, de las cuales no tenemos siquiera noción alguna, seguramente purificó su alma a un nivel inimaginable para nosotros, que se encuentra en un excelente lugar en los mundos superiores y llegó allí para deleitarse de la cercanía a Di-os bendito. El dolor más grande es el nuestro, la pérdida es inmensa. ¿Quién dará su fallo en las grandes discusiones? ¿Quién liberará a las agunot? ¿Quién estudiará día y noche para salvar a Israel? Cuando un justo fallece es duelo es de todos, cada uno de nosotros debemos hurgar en nuestros corazones, pero cuando un Grande de la generación deja este mundo entonces es más que un duelo personal.Todos tenemos que hacer un examen de conciencia, y aunque esto no sea posible, por lo menos tratemos de hacer un intento de ir detrás de él en su gran camino. Que su zejut, sus méritos, nos defiendan a nosotros y a todo Israel, amén.