Lo personal como pérdida

Lo judío en la novela Pronombres personales

LO PERSONAL COMO PÉRDIDA

KAREM IGLESIAS

No entendimos que la vida no se trata de ser
feliz y estar seguro, sino que se trata de estar
alerta, como psicópatas, ante ella. Sentirnos
primeramente «pronombres», no personajes ni
personas. Si nos hubiésemos sentido
simplemente «pronombres», no hubiésemos
corrido el riesgo de perder identidad, herencia y
razón de ser.
(Pronombres personales. Isaac Chocrón)

La novela Pronombres personales de Isaac Chocrón tuvo su primera versión en entregas diarias, 20 en total (tipo folletín del siglo XIX) que fueron publicadas por el diario El Nacional en agosto de 2002 como una ficcionalización de lo ocurrido después de la tragedia de Vargas, acontecida el 15 de diciembre de 1999. Posteriormente en respuesta a la desidia existente hacia Vargas el autor se dedicó a reestructurar la novela y publicarla en formato libro hacia el año 2005.
La novela se vale del uso de pronombres como medio de cambiar la voz narrativa fácilmente, pasa de un personaje a otro entre cada capítulo, y cada uno de estos se tituló con un pronombre y toca al lector mediante la lectura del capítulo captar quién es el que habla. La despersonalización del hablante básico de la novela nos permite obtener numerosos puntos de vista acerca de los sucesos post-tragedia que le ocurren a un grupo de amigos, «núcleo social» según dos psicólogas del grupo, «la familia elegida» según una economista del grupo y la única que habitaba en Vargas, y por poco no muerte en los hechos.
El grupo de amigos consta de cuatro parejas y dos solterones.
1.- Agustín y Aura Campos. Economista (él) y psicóloga (ella). Tienen dos hijos que llevan los mismos nombres. El varón es homosexual y se siente atraído por Aarón, el hijo de la pareja judía. El matrimonio no se lleva bien, pero continúa junta aún. Aura se va a Weston, Florida, EE UU, con sus hijos a atender un proyecto del preescolar donde trabaja. El marido se queda solo en Caracas y va únicamente por temporadas festivas. Cuando el hijo anuncia su orientación sexual, el padre se horroriza de lo que su «machito» es.
2.- Arturo y Victoria López. Tienen las mismas profesiones que Agustín y Aura, respectivamente. Muchos años casados y sin hijos. Arturo ha estado enamorado de Rebeca Waimber, la esposa del matrimonio judío, desde que la conoció dándole clases en una materia electiva. Ella venía de Arquitectura y puso todo su empeño en enamora a Arturo, llegando a perder la virginidad con él. Fueron amantes intermitentemente a lo largo de los años. Arturo se separa de su mujer; pero, Rebeca nunca vuelve con él. Él muere en el atentado de las Torres Gemelas, se había ido a Nueva York en busca de una nueva vida (aun cuando conservaba una foto de Rebeca en su clóset).
3.- Bernardo Salvatore y Juanca Gómez. Economista el primero, poeta/profesor en Letras el segundo. Lleva más de veinte años juntos cuando Juanca deja a Bernardo. Este último se va con María Teresa a viajar y disfrutar de la vida. Muere accidentalmente en su casa. Juanca se va a Salamanca a hacer un doctorado, además hereda de Bernardo el apartamento donde vivieron antes de separarse.
4.- María Teresa Sánchez. Economista. Disfruta de su jubilación de la empresa petrolera. Vivía en La Guaira mientras alquilaba su apartamento en Caracas. No estuvo en la tragedia porque el día antes se reunió con su familia elegida y pernoctó en la capital. Es una mujer soltera que toma al hijo de un abastero portugués como suyo y vive aventuras con algunos hombres, pero sin comprometerse. Sus amigos la admiran porque hace lo que «le da la gana».
5.- Manuel Martínez. Profesor de Artes. El otro solterón del grupo y se menciona que gusta de Juanca Gómez. Es muy admirado por sus alumnos. Lo llaman de la escuela de Comunicación Social para estudiar su vida, y los alumnos entrevistan a sus amigos para completar el trabajo, que fue un intento fallido porque la profesora no les aceptó el relato final. Muere de sida, solo y sin compañía.
6.- Moisés y Rebeca Waimber. Administrador de empresas y arquitecta. Matrimonio judío que se casó luego de graduación universitaria de ella. Moisés se lo había pedido cuando eran novios, situación en la que estaban desde «que nos conocimos en el colegio Hebraica». (2005:37).
Luego de este corto recuento de la novela y personajes principales, pasaremos al estudio detallado del matrimonio judío. La primera vez habla Moisés en el capítulo «Ella» en el que desde luego habla de su mujer, Rebeca. Dice:
«Ella lleva las riendas (…) Probablemente mi docilidad, o llámelo sumisión, sea la herencia que recibí de mi propia familia, donde mi madre hizo y deshizo como le dio la gana con todos nosotros. Seguramente esa es una de las características más frecuentes en muchas familias judías. ¿No dice la Torá o el Talmud o qué se yo, que la madre es el centro de la casa? Más que el centro, yo la llamaría la organizadora total de nuestras vidas y la implacable tirada de sus veinticuatro horas de cada día» (2005:36).
Se refleja en este extracto que la familia Waimber no es judía practicante, sino más bien lo siguen por tradición y por ser la creencia de la familia. Se refleja el lugar de la mujer que es el de la casa, donde según las leyes judías ella lleva el orden y la pureza, se encarga del Shalom bait, que es cuidado del hogar, el mantenimiento de la pureza en ella. Más adelante nos recalca la importancia de la familia, la descendencia para los judíos:
«(…) el secreto de la supervivencia del judaísmo a través de su longeva historia: la familia. Quien forme una familia es un buen judío. Tendrá afectos permanentes para ufanarse ante los demás. Se enredará en sus exigentes redes y todo lo demás será siempre un mundo externo y extraño. Puede que se afiancen amistades, pero jamás sustituirán a la familia» (2005:39).
La familia judía es un hecho que se ve en las familias judías ortodoxas donde se tienen los hijos que se puede tener (cinco o seis niños casi todos de la misma edad), para lo que creo yo es agradar a Di-os, ya que él mando al hombre a multiplicarse. Luego esta familia empezó a celebrar el Shabat, ya que para Aarón era importante y la madre lo creía justo por ser parte de los «valores necesarios» (2005:40).
Se cita en una escena en que las cuatro mujeres del grupo están juntas EN Vargas, observando la desolación que dejó la tragedia, que Rebeca les ordena a cada una recoger una piedra, que a la usanza judía «la dejamos encima de la lápida del ser querido» (2005:61), aunque lamentablemente allí no había lápida, así que las tiran a la arena.
«Ustedes exitosas mujeres judías profesionales que me acaban de otorgar entusiastas aplausos, (…) seguramente chillarían como gallinas encerradas en un corras si llegasen a saber que vivo en adulterio y que mi co-protagonista en este melodrama de nunca acabar, un goy, para mayor pecado, está allá al fondo (…)» (2005:81).
Aquí habla Rebeca confesando su adulterio. En esa misma ceremonia la invitan a recomendar a un grupo de mujeres que coordina una línea telefónica de ayuda a la mujer llamada «Pureza familiar».
«(…) para aquellas mujeres que no quieren confesarle a un rabino sus problemas maritales y sexuales, y prefieren hacerlo, vía telefónica, a una mujer que las aconseje (…) quienes contestan (…) han pasado un examen oral de cuatro horas ante eminentes rabinos ortodoxos para lograr el título de consultora de la Ley judía, o Halajá» (2005:82).
En el capítulo «Aquellos», Aarón dice acerca del judaísmo:
«Es una manera de vivir, un comportamiento claro y definido. (…) No niego que a veces me asaltan dudas, pero es por ellas que quiero estudiar un tiempo en una yeshivá. Quiero precisar de qué se trata mi religión, porque ese libro llamado la Torá, más que un libro de oraciones, es un manual de conducta. O como escribió Maimónides en su Guía de los perplejos (…) “La razón y la fe revelan todas las cosas”» (2005:126).
Luego Aarón cambia su aspecto, por efecto de sus nuevos aprendizajes en la yeshivá:
«Era Aarón el que se había convertido totalmente en otro ser: blanco, como de cera, el pelo en rizos cayéndole sobre los hombres y una barba que casi le llegaba al pecho. “El perfecto hasid” (…) “a los hasidim no les está permitido socializar con las mujeres” (…)» (2005:210).
Evidentemente, Aarón se convirtió en un devoto judío y eso trajo cambios en su casa, donde su madre mudó de hábitos de judío no practicante por los de los ortodoxos. A continuación unos extractos de una carta de Rebeca a María Teresa:
«(…)como singular lo fue Arturo. Victoria debe extrañarlo mucho. Dile, por favor, que le envío mis muy fraternos abrazos. (…) Aarón, cada día más entusiasmado con su aprendizaje en la yeshivá. Me imagino que no lo reconocieron, con su barba y sus rulos. Los profesores nos dicen que será un tzadik (sabio, en hebreo). Que sea lo que Di-os quiera.
»A lo mejor a mí tampoco me reconocerían. Por complacer a Aarón, mantengo una casa casher (solamente los alimentos permitidos, dos vajillas), y una cantidad de detalles más que hay que cumplir diariamente. También por agradarlo, visto faldas largas, medias de algodón, zapatos de tacón bajo, y uso sombrero. Así me ven en el templo cada viernes por la tarde. Otra vida. No sé por qué lo hago, pero sé que si me veo horrible, también me siento culpable. Es como si estuviera pagando penitencia» (2005:211-212).
A Rebeca le ha cambiado indubitablemente la vida al irse a vivir a Israel. Lo que parecía afecto y curiosidad por el judaísmo en su hijo Aarón se ha convertido en un modo de vida, que me atrevería a decir que casi, si no totalmente, ortodoxo o muy practicante. Observa todas las ordenanzas para alimentos y vajillas, entre otros detalles de la vida hogareña perfecta y pura que está prescrita en las leyes de la Torá. Sigue las ordenanzas de pudor y recogimiento de las judías practicantes ortodoxas: tapa su cabello, sus faldas largas, zapatos discretos todo con el fin de no tentar a los hombres a su alrededor. María Teresa misma dice que nadie se creería eso de Rebeca por haber sido una judía tan libre y, además, adúltera durante su vida en Caracas. Como vemos en varias partes de la carta, habla de su ex amante fallecido, Arturo, como si nunca hubiera tenido nada con él, recordes que la historia de ellos tenía más de veinte años entre intermitencias. Se manifiesta así su negación hacia su relación con Arturo llevada por su nueva adhesión al judaísmo promovida por el hijo e impulsada por el dolor y culpo frente a la muerte de Arturo. Dice que se considere culpable, es evidente que al dedicarse más profundamente al judaísmo se sienta así, ya que en la época antigua habría muerto apedreada por haber sido infiel a su marido.
Finalmente, en el epígrafe se nos introduce la idea de que el sufrimiento se debe a que nos tomamos la vida muy en serio y muy personal. Si la tomáramos como cosas que suceden a alguien, a aquellos, a ustedes, a ellas, a ti, a él, entre otros, no sufriríamos por eventos que parecen ser obras del azar y de lo que el destino designa a cada uno. Las cosas pasan, lo quiera uno o no. No queda más remedio que aceptarlas y luchar por un mejor futuro. La tragedia de Vargas ocurrió, la sociedad civil intentó ayudar; pero, el Gobierno solo demostró desidia. ¿Qué hacer? Preocuparse por seguir uno, ya sea yéndose o quedándose; pero, seguir hacia el futuro incierto, eso sí, nunca perdiendo de vista que el azar decidirá y nosotros solo podemos reaccionar ante los acontecimientos.